Lo de siempre no es asiduamente fácil y, sin embargo, que poco lo cuestionamos.

La primera tarea para muchos es llevar al colegio a nuestros hijos o hijas. Rutina cotidiana, sin mucha complicación aparente… hasta que un camión haciendo una maniobra dificulta la puntualidad de una de las primeras labores del día.

Podríamos seguir enumerando varios imprevistos que surgen habitualmente en nuestros días y también poder listar lo impasibles que nos sentimos… porque para aliviar ese desajuste simplemente lo valoramos como una eventualidad cotidiana reaccionando con un enfado.

Y, ¿Qué dicen los obstáculos de mí?

Posiblemente nos estén dando mucha información que no desciframos por hábito, por llevar todo el rato el piloto automático puesto.

Un obstáculo viene para decirnos que tenemos que creer más en nosotros mismos, que no podemos descuidar en nuestro esfuerzo, pues esto es clave para conseguir mejorar mis resultados. No dejarnos llevar por opiniones externas, el obstáculo quiere despertar mi actitud y ponerla al servicio de mi vida, me pide planificación y aprender a manejar el tiempo para decirnos que no siempre estamos ocupados.

Otro escollo en nuestras costumbres son las decisiones. Tiene que ser realmente agotador tomar 35.000 de promedio cada día; menos mal que nuestro cerebro toma el 99,74% de las decisiones de manera automática, es decir, sin que realmente seamos conscientes de ellas.

 

OBSTÁCULOS (Jorge Bucay)

Voy andando por un sendero.

Dejo que mis pies me lleven.

Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.

Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos. Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa. 

Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. Temo… dudo.

Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto… Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.

Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo

Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos… Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo… y resisto.

Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado… descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños…

Me siento abatido… Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca… No dejaré que el muro impida mi paso.

Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire… De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.  

Me recuerda a mí mismo… cuando era niño.  

Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?   

El niño se encoge de hombros y me contesta: -¿Por qué me lo preguntas a mí?

Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras… Los obstáculos los trajiste tú.