La exigencia en el deporte profesional no se negocia. Lo que supone para la vida el deporte de élite se puede explicar, pero para esclarecerlo hay que vivirlo.

En estos años me he dado cuenta lo poderoso que es para el desarrollo personal el deporte de alto rendimiento. En muchas disciplinas se requiere de años de entrenamiento para la realización de ejercicios. En mi caso, el baloncesto, vamos muy rápido, tenemos muchos partidos y la preparación tiene que ser muy concreta para obtener los resultados deseados.

La figura del líder, imprescindible en el crecimiento de los equipos, un entrenador es una persona con una lucha diaria y, la primera de todas, es la de superarse cada día. Inconformistas por naturaleza, no conozco a grandes entrenadores sin una propuesta de mejora a diario, incluso en el trascurso del entrenamiento se vislumbra el camino a la excelencia que tanto se exige en la práctica deportiva profesional. En esta situación me imagino a los jefes de pequeñas y medianas empresas.

Terminar gritando y riñendo a nuestros jugadores es algo común en el día a día. Y esto en el deporte no está del todo mal visto, y ¿En la empresa? ¿Cómo se siente un profesional medio cuando un superior le abronca durante la jornada laboral?

Vamos a analizar cómo podemos aprender desde una posición de dirección, de la responsabilidad de llevar un equipo de trabajo, en la de acompañar a profesionales. En definitiva, pensando en todas aquellas personas, que de alguna manera tienen que coordinar grupos.

Más allá de las tendencias, el liderazgo va cambiando a velocidad de vértigo. Un entrenador es un líder en potencia, cualquier ahorro de energía o pasividad en su preparación va a suponer que otros te adelanten por el camino.

El agobio de la competición, los entrenamientos, los viajes…no nos permiten saborear lo que realmente es nuestra pasión. Somos, a veces, nosotros los entrenadores los que nos ponemos metas excesivamente altas, queremos jugadores perfectos: trabajadores, técnicamente preparados, tácticamente listos, buenos defensores, discretos… En definitiva, jugadores que sólo existen en nuestra imaginación.

Por eso he pensado mucho en todo esto y llego a la reflexión de hoy con el propósito de haceros llegar que, de las situaciones más estresantes, podemos sacar los aprendizajes más extraordinarios para nuestro desarrollo personal.

 

LO PERFECTO NO ES BUENO

No tenemos que estar en una competencia diaria para demostrar nada a nadie. La planificación es necesaria, pero no nos olvidemos de ser espontáneos. Esto significa ser flexible en la planificación, tal vez hacer algo en otro momento nos convierte en más humanos, más felices y estar en un estado de relajación que nos hará tomar mejores decisiones futuras.

 

NO TENGO TRABAJADORES PERFECTOS, TAMPOCO LOS QUIERO

Al igual que los jugadores son perfectamente imperfectos: fallan tiros, pierden balones, hacen faltas… Los trabajadores también comenten errores. Los tenemos que querer como son, a veces imprudentes, en otras gruñones, a menudo caprichosos. Así son los jugadores: perfectamente imperfectos… y para eso estamos los entrenadores, para entrenarles.

Podemos convertir esta reflexión a cualquier ámbito: padres y madres hacia sus hijos, con los amigos…

 

SOY EL LÍDER QUE MIS TRABAJADORES NECESITAN

Tenemos en la cabeza el tipo de líder qué queremos ser. Suelo ver el miedo a ser un entrenador improvisado. Los entrenadores hacen planes con personas sin tenerles en cuenta. Me gusta ver al entrenador que cada uno necesita: en unos momentos duro, otras veces protector, en ocasiones cercano y en otras, impulsor. Cada trabajador nos necesita diferente, porque cada uno somos diferente.

Actualmente la conciliación y el teletrabajo está muy presente, se me ocurre valor importante empatizar con la labor de nuestros trabajadores.

 

LAS MIRADAS DE LOS DEMÁS SOBRAN

Compartir con otras personas las dificultades que nos vamos encontrando en la aventura de liderar a equipos, nos puede ayudar a buscar alternativas. Tenemos que aprender que hay miradas y palabras de los demás que sobran, consejos poco sinceros que fingen perfección para aparentar.

Rodearse de grandes profesionales es estar más cerca de éxito que rodearse de simples profesionales que no tiene como meta de vida ser ambiciosos.

 

SUPERARSE A UNO MISMO

Los jugadores enseñan al entrenador a superarse cada día, a ser mejores personas, a fijarse en la meta y no en los obstáculos, a ser más fuertes y perseverantes y que pueden lograrlo sin gritarles. Lo mismo sucede con cualquier líder, si su predisposición es la correcta en el ejercicio de guiar a su equipo.

 

 

 

EL FUNAMBULISTA

En la ciudad de Varsovia un rabí se encuentra reunido con sus discípulos.

De repente entra en la sala un joven y se dirige al maestro:

– Venid, venid rápido, quiero mostraros algo incomprensible.

Sale todo el grupo y el joven les conduce a una de las hermosas plazas de la ciudad.

Allí un funambulista está atravesando la plaza a muchos metros de altura. El discípulo entonces le pregunta al maestro:

– Vos que lo sabéis todo, ¿Cómo es que un hombre se gana la vida jugándosela?

Podría hacer de peluquero, de zapatero, de labrador… pero ¿por qué se juega

la vida cada día en las alturas?

El maestro responde:

– No lo sé. Sólo sé que cuando está ejerciendo su trabajo no mira hacia abajo a ver si los espectadores le tiran monedas en el sombrero.

Fuente: Martin Buber