En los equipos de baloncesto hay tres características que cualquier entrenador desea para su equipo. La primera es la rapidez, los preparadores del deporte de la canasta trabajan en cada entrenamiento para habituar a su equipo a correr y a ser veloces en cada acción. La segunda, sería la responsabilidad, tener en el equipo a jugadores con el compromiso adecuado se antoja clave para lograr avances en el entrenamiento diario. La tercera gran particularidad, muy demandada por los entrenadores, es la disciplina, entendida como la capacidad de seguir instrucciones.

He supuesto que estos tres atributos bien pueden servir para la vida. Podrían ser tres súper poderes para nuestro rendimiento diario, independientemente nuestra profesión u ocupación. También, considero, que todas las personas tienen acceso a estas tres características que, a groso modo, hemos desarrollado anteriormente. En nuestra más profunda intimidad, allí encontraremos muchas de las soluciones que buscamos de manera mágica… Sin darnos cuenta que, simplemente, entrando en nuestra alma tendremos los recursos que tanto anhelamos.

Veo a diario la intensidad que imprimen los entrenadores para lograr la velocidad adecuada en el equipo. Si reflexiono sobre esto, descubro que lo realmente importante es llegar antes que el rival o de anticiparse a un futuro problema. En la vida, a lo mejor, ser rápido podría ser útil para ser ingenioso.

En nuestros quehaceres diarios surgen imprevistos, si no estamos listos y lúcidos se nos puede atragantar más de un obstáculo que se interponga a nuestro paso. Estar rápido, por lo tanto, es una herramienta de gran valor para resolver el día una vez que suena el despertador cada mañana.

Podemos aclarar que estar rápido no es hacer las cosas de manera apresurada. Estar rápido en una persona es estar activo y dinámico, en definitiva, estar vivo y ágil, tanto en la resolución de problemas, como en la ejecución de tareas.

Llega el turno del segundo poder: La responsabilidad. El baloncesto, es un deporte de equipo, el compromiso es muy importante. Lo que cada jugador haga repercute en el resto del grupo. En consecuencia, ser responsable es tener la conciencia a punto para cumplir con lo deseado. En la vida lo relaciono mucho con el sentido común. La experiencia va a servirnos de gran ayuda y utilidad. A medida que vamos viviendo se van dando situaciones, en muchos casos, parecidas y tenemos que juzgarlas razonablemente. Si en algunos casos no damos el cariño necesario a la acción, pueden convertirse en remedios dramáticos… Simplemente con sentido común estaremos dando la seriedad justa para realizar el deber que corresponda.

El tercer gran poder es la disciplina. La tenemos tan bien guardada en nuestro interior que, a veces, nos da pereza mostrar… A menudo, la desgana y la vagancia se adueñan de nuestro cuerpo y arruinan la productividad boicoteando para boicotear nuestra orden y rigor.

Cuando un equipo juega bien a baloncesto, seguramente tienen muy claro los roles en el equipo y cumplen el plan a rajatabla, a veces, se dice que juegan de memoria. Saben elegir la jugada exacta y el jugador correcto para asumir el último tiro. Comprenden que para que ese lanzamiento final tenga éxito, tienen que ayudarse unos a otros con el objetivo de liberar al mejor jugador para que meta la canasta.

En la sociedad las normas son transcendentales, a parte, de nuestro propio rigor. Para tener una sociedad tal y como hoy la entendemos, precisamos de leyes y estatutos. Seguramente en la empresa, también, disponemos de un reglamento interno de actuación.

Ser disciplinado cuesta, es mantener un nivel de trabajo y concentración constante, sin embargo, es un hábito que puede llegar a convertirnos en personas altamente productivas y, que tanto el trabajo como la familia, se vean favorecidas.

 

 

MATAR LA VACA (CAMILO CRUZ)

“Había una vez un viejo maestro que decidió visitar junto a su discípulo la casa más pobre de la comarca, donde malvivía una familia con una sola posesión: una famélica vaca cuya escasa leche les proveía de insuficiente alimento, pero alimento, al fin y al cabo.

El padre, hospitalario, les invitó a pasar con ellos la noche.


Al día siguiente, muy temprano, el maestro le dijo a su discípulo: “Ha llegado la hora de la lección”. Y el maestro sacó una daga y degolló a la pobre vaca.

– ¿Qué clase de lección deja a una familia sin nada? – Se quejó el discípulo.

– Fin de la lección –Fue la única respuesta.

Un año más tarde volvieron al pueblo y donde estaba la casucha destartalada encontraron una casa grande, limpia y bastante lujosa. Vieron salir al padre de familia, que no sospechaba que el maestro y el discípulo habían sido los responsables de la muerte de su vaca, y les contó cómo el mismo día de su partida algún envidioso había degollado salvajemente al pobre animal…

–… Esa vaca era nuestro sustento. Pero cuando vimos a la vaca muerta, supimos que estábamos en verdaderos apuros y que teníamos que reaccionar. Y lo hicimos. Decidimos limpiar el patio que hay detrás de la casa, conseguimos algunas semillas y sembramos patatas y algunas legumbres para alimentarnos. Muy pronto vimos que nuestra granja casera producía más de lo que necesitábamos, y así empezamos a vender. Con las ganancias compramos más semillas, y así hasta hoy mismo que he comprado la casa de enfrente para plantar más patatas y hortalizas y algo de…

Mientras el padre de familia seguía hablando, el discípulo se dio cuenta de que aquella vaca había sido la cadena que mantenía a toda la familia atada a una vida de conformismo y mediocridad.