Celebrándose en estas fechas el Eurobasket de baloncesto, es agradable ver como juegan los equipos sintiendo realmente cada partido. Hay selecciones con más espíritu de pertenencia que otras y, sin entrar en los jugadores nacionalizados que hay en varios equipos, las “pandillas” que forman cada país están muy cerca de crear la esencia del deporte: disfrutar jugando, superación, sentimiento, pasión…
El deporte de selecciones mantiene algo especial que en las ligas profesionales se va perdiendo… Y, sinceramente, es de esperar, pues se trata de un trabajo y cada cual deberá pelear por mejorar sus condiciones y encontrar una estabilidad para uno mismo y para su familia tal y como cualquier otro trabajador lo intenta cada día.
Sin embargo, la humanidad no termina de entender la vida. Tenemos patrones en el deporte para transferir a nuestras rutinas, pero realmente es la historia la que tiene grandes ejemplos para establecer una vida mejor.
El espíritu de pertenencia en la empresa está algo desgastado, son muchos los líderes que debilitan a su equipo actuando solos. Ya no es una cuestión de solidaridad, es más un aspecto de unión y de sumar fuerzas. ¿Por qué si desde el principio de los tiempos el ser humano ha buscado la compañía de otros para sobrevivir hoy en día nos empeñamos de lo contrario? En el trabajo, en los negocios, en la familia… Incluso en el deporte cada vez actuamos más aislados, en definitiva, altamente debilitados y agotados trascurrida la jornada laboral.
La historia dice que estamos preparados para coexistir en compañía, con ayuda de los unos a los otros. Alejandro Magno dirigiendo a su ejército es un claro ejemplo de liderazgo, además de demostrar una brillante visión conquistando medio mundo en apenas diez años. Cuentan que era un hombre culto, primera clave en un líder. Amante de la filosofía, no es de extrañar que muchas de sus estrategias naciesen desde la reflexión más pura filosófica. Algo de achacar en pleno siglo XXI, la falta de razonamientos.
Entre muchos detalles a valorar del liderazgo de Alejandro Magno, en mundo tan competitivo como el actual, sorprende que, concluida una primera etapa de conquistas, celebró bodas masivas de soldados y después les envió a todos los recién casados a pasar el invierno junto a sus esposas, mientras él junto con el resto del ejército se quedaron a la espera de refuerzos. Es curioso como hoy en día son muchos los padres y madres que tienen que hilar fino en horarios y se encuentran con trabas desde la dirección de las empresas para armonizar la estresante actividad diaria. Para Alejandro Magno no era un inconveniente la vida familiar para liderar a su ejército.
El líder actual necesita más dar ejemplo, estar al pie del cañón, tal y como actuaba Alejandro Magno, nada de estar escondido, siempre disponible para su gente – ¡Qué duro es para un empleado no localizar a su jefe! -.
Alejandro Magno combatía hombro a hombro con sus soldados y fue herido varias veces en sus enfrentamientos. Un líder dispuesto e involucrado en la toma de decisiones genera un mayor diálogo y empatía con su equipo. Igualmente, un líder que está en guardia conoce las herramientas necesarias para realizar las tareas que se pide a cada colaborador y posiblemente sea una relación enriquecedora porque existe una trasparencia en la comunicación.
Lo que está claro es que en los equipos preocupa mucho el clima laboral, sin embargo, aunque la historia nos trasmite grandes momentos de liderazgo, trabajo en equipo y empatía, nos aislamos demasiado en los quehaceres diarios… Los jóvenes encerrados en su mundo digital, los mayores en sus trabajos y las relaciones sociales patas arriba.
“CUANDO REGRESEMOS, LO HAREMOS EN LOS BARCOS DE NUESTRO ENEMIGO” (ALEJANDRO MAGNO)
Antes del año 335 A.C., al llegar a la costa Fenicia, Alejandro Magno debió enfrentar una de sus más grandes batallas.
Al desembarcar, comprendió que los soldados enemigos superaban en cantidad, tres veces mayor, a su gran ejército.
Sus hombres estaban atemorizados y no encontraban motivación para enfrentar la lucha; habían perdido la fe y se daban por derrotados. El temor había acabado con aquellos guerreros invencibles.
Cuando Alejandro Magno hubo desembarcado a todos sus hombres en la costa enemiga, dio la orden de que fueran quemadas todas las naves de su propio ejército.
Mientras los barcos se consumían en llamas y se hundían en el mar, reunió a sus hombres y les dijo:
“Observen como se queman los barcos… esa es la única razón por la que debemos vencer, ya que si no ganamos no podemos volver a nuestros hogares y ninguno de nosotros podrá reunirse con su familia nuevamente, ni podrá abandonar esta tierra que hoy despreciamos. Debemos salir victoriosos en esta batalla, ya que solo hay un camino de vuelta y es por mar…”
… De ahí, el origen de la frase “quemar las naves”
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