“El éxito es deformante, relaja, engaña, nos vuelve peores, nos ayuda a enamorarnos excesivamente de nosotros mismos. El fracaso es todo lo contrario, es formativo, nos vuelve sólidos, nos acerca a las convicciones y nos vuelve coherentes”, frase de Marcelo Bielsa. El experimentado entrenador de fútbol no nos deja indiferentes con sus reflexiones. Diría que esta frase la podemos traducir coloquialmente como “a perro flaco, todo son pulgas”.
En el trascurso de la competición los equipos sufrimos diferentes estadios. El último partido marca mucho el momento de un equipo. Considero que es una lucha constante la que existe cada semana por no perder ese estado óptimo. Si ganas el partido nada se puede detener, mantener la dinámica positiva es básico para la evolución como equipo. Es entonces, cuando tenemos al equipo con una receptividad mayor y necesitamos emplear bien toda nuestra energía para progresar. Desde la victoria no podemos caer en un estado de relajación, desde el triunfo es el momento ideal para construir, de promover nuevas vías de crecimiento como equipo.
La dinámica positiva, en ocasiones, nos lleva, sin quererlo, por el buen camino.
He vivido situaciones de partido que, aún jugando mal, el equipo tenía tanta fe, que perder resultaba improbable. Lo achaco al buen hacer durante la semana de entrenamientos, aprovechando la victoria era el momento para entrenar subiendo el rigor. Cuando se pierde cuesta más no confundirse y el foco hacia los objetivos entra en una fase de dudas que no hacen fácil cumplir con aquellas expectativas más exigentes.
Cuando perdemos, es importante recuperar cuanto antes lo básico que nos define como equipo y recordar y fomentar nuestras fortalezas. La derrota es mala compañera, te puede meter en una dinámica de inseguridad que debilite muchas de las acciones comunes del grupo.
Así, por tanto, para que nuestra satisfacción en la vida sea mayor, sería conveniente trasladar estos detalles de entrenamiento para la vida cotidiana. Tan sencillo como explotar mejor nuestras habilidades haciendo más cosas… Apurar al máximo los recursos que nos ofrecen esos momentos tan fructíferos que llegan a nuestra vida… Exprimir nuestras fuerzas cuando la felicidad está de nuestro lado… Y, es que, de esta forma ganaremos en aprendizaje y estaremos más preparados para cuando nos vengan mal dadas, pues ya sabemos que es en esos momentos cuando nos volvemos más racionales para salir de una situación adversa.
Podemos aprender tanto del deporte que no podemos dejarlo en solo un entretenimiento, siguiendo con una entrevista a Rafa Nadal, tenista con grandes éxitos deportivos, recuerdo que le preguntaron que hacía cuando un partido se le ponía en contra, “poner el doble de ilusión y el doble de pasión” fue su respuesta. Un ganador no desiste, porque el verdadero triunfador no es el que gana, sino el que sale adelante tras la derrota.
CUENTO DE LA ZANAHORÍA, EL HUEVO Y EL CAFÉ
Una joven se quejaba de la vida y se lamentaba de que las cosas no le salían bien. No sabía qué hacer para seguir adelante, cada vez estaba más desanimada, cansada de luchar sin obtener ningún resultado… Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, cocinero, la llevó un día a su lugar de trabajo. Allí tomó tres ollas con agua y las colocó en el fuego. Pronto el agua empezó a hervir.
En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café.
Sin decir una palabra, dejó hervir estos ingredientes bajo la atenta mirada de su hija.
A los 20 minutos el padre apagó el fuego. Sacó los huevos y los colocó en un recipiente, sacó las zanahorias y las puso en un plato y finalmente, colocó el café en un tazón.
-Hija mía, ¿Qué ves?
– Huevos, zanahorias y café – Fue su respuesta.
El hombre la invitó a acercarse un poco más para que tocara las zanahorias. Así lo hizo la joven y notó que estaban blandas.
Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Observó que estaba duro.
Luego le pidió que probara el café, ella sonrió mientras disfrutaba de su exquisito sabor.
– ¿Qué significa todo esto, padre? – Preguntó sorprendida.
Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: ¡Agua hirviendo!
Pero habían reaccionado de manera diferente.
La zanahoria llegó al agua fuerte y dura, pero después de pasar por el agua hirviendo se había hecho blanda y fácil de deshacer.
Los huevos habían llegado al agua con fragilidad y después de estar en el agua hirviendo, se habían endurecido.
Los granos de café, sin embargo, eran únicos: después de estar en agua hirviendo, ¡habían cambiado el agua!
– ¿Cuál de los tres elementos eres tú? Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo respondes? – Le preguntó a su hija.
– ¿Eres una zanahoria que parece fuerte, pero te vuelves débil y pierdes tu fortaleza frente al dolor?
– ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, pero después de una fatalidad se ha vuelto duro e inflexible?
– ¿O eres un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor.
Cuando el agua llega al punto máximo de ebullición el café alcanza su mejor sabor y aroma y no sólo eso, sino que ¡Mejora su alrededor!
Y tú, ¿Cómo reaccionas cuando la adversidad llama a tu puerta?
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