En los tiempos que corren, con un avance tecnológico extraordinario y creciendo cada día, con una variedad colosal para aprender de forma desmesurada, nos encontramos, sin embargo, con un vacío de reflexión. Por norma general, la sociedad ha dejado de ser crítica y el conformismo se integra muy fácilmente en nuestra forma de vivir.
Necesitamos más filosofía, preguntarnos más cosas con el fin de cambiarlas para vivir mejor, para crear equipos de trabajo felices y productivos, en resumen, para construir un mundo mejor.
Así, a bote pronto, la filosofía significa amor a la sabiduría. Sinceramente aclara muy poco esta definición. Jordi Nomen, autor del libro “El niño filósofo. Cómo ayudar a los niños a pensar por sí mismos” afirma que la filosofía desarrolla el pensamiento crítico, creativo y cuidadoso. Sin dar evidencias claras sobre el dichoso significado de filosofía, bien es cierto, que esta aclaración del profesor Jordi Nomen nos ayuda mucho más a querer practicar la filosofía.
El baloncesto me ha dado muchas claves filosóficas que voy a intentar descubrirlas en este artículo mencionando al pensador originario de la corriente concreta. Para ello he seleccionado a cinco grandes pensadores para montar un quinteto poderoso de saberes y lograr, así, transmitir mejor a nuestros equipos las instrucciones oportunas en cada momento.
Si la filosofía es una herramienta crítica que ayuda a la construcción de algo mejor, esto es sin lugar a dudas muy útil para la confección de un equipo. Curiosamente para definir al conjunto de principios de un equipo, la mayoría de entrenadores, usan la palabra filosofía para explicar su método de juego, por ejemplo: en mi filosofía de juego es fundamental una defensa fuerte…
Se me ocurre, por tanto, que el primer filósofo a tener en cuenta para elaborar un equipo fiel a tus ideales es Sócrates. Este excelente maestro, que tuvo como discípulo a Platón, afirmó que la filosofía debía ser un aporte práctico para la vida de los hombres. Si lo traducimos a la elaboración de equipos, necesitamos construir un grupo efectivo, funcional, apropiado y realista a las características de nuestra organización. Y, sólo de esta forma, actuará como equipo.
Se dice de Sócrates que era común verle por las calles de Atenas preguntando e interrogando a la gente por el simple objetivo de generar reflexión para hacer un mundo mejor. Cada vez es más frecuente, que antes de fichar a un jugador para un equipo, los analistas y los encargados de esa labor, no se centran sólo en las imágenes de partidos y en las estadísticas, lo que hacen es preguntar a gente cercana para saber cómo son como personas, porque el objetivo es integrarles dentro de una mini-sociedad, lo que viene a ser un equipo.
Actuar como equipo es el reto de los entrenadores. Cuando el deporte es colectivo, es clave actuar sin egoísmos ni celos y poner la individualidad al servicio del grupo. Rousseau nos conduce a la idea de que para vivir en una sociedad más justa el ser humano tiene que vivir el estado natural, es decir, sin egocentrismos: transformar el yo en el nosotros.
Para Rousseau el individuo se disuelve en la sociedad. El hombre, inicialmente bondadoso, es corrompido por la sociedad. Esto es precisamente lo que no queremos en nuestros equipos, la desunión dentro del grupo nos hace vulnerables con respecto a otros. La competencia es muy grande y para poder contrarrestar las rivalidades, sólo estando juntos podremos luchar por nuestros objetivos.
Y si de luchar por objetivos hablamos, la relación de los componentes del equipo es el termómetro, casi definitivo, para realizar un trabajo bien asociado. Es complicado en las actuales competiciones deportivas conformar un grupo estable emocionalmente y con apego entre ellos. Tal y como sucede en la sociedad, cada día más plural, la mezcla de culturas en una misma ciudad son patentes a cada paso que callejeamos.
En un equipo deportivo pasa lo mismo. La mezcla de nacionalidades es muy amplia… Y, por lo tanto, los diferentes idiomas dentro del conjunto también son pequeños impedimentos de cara a conseguir el éxito. Lo mismo que puede pasar en una oficina o en cualquier empresa.
Sería conveniente, aquí, profundizar en Michel de Montaigne. Este filósofo francés defendía sobre el disfrute constante de los placeres de la vida, más valiosos todavía, sabiendo que son eventuales e inseguros. Los integrantes de un equipo cualquiera necesitan entender que van a ser amigos durante un tiempo y, trascurrido ese tiempo, es probable, que sus caminos se separen. Cuando formas parte de un grupo de trabajo es fundamental disfrutar de lo que te toca vivir y sentir… Será efímero… Disfrútalo y podrás convertirlo en una experiencia inolvidable, en el deporte, por ejemplo, siendo el equipo campeón del campeonato.
El uso de la razón es lo que históricamente ha distinguido al hombre de otros animales. La estrategia forma parte de la vida. ¿Quién no hace encaje de bolillos para llegar a cumplir mínimamente las obligaciones de cada día? Esto es pura táctica. En el deporte la pericia es una herramienta poderosa para solventar problemas y conseguir victorias.
Matthew Lipman, investigador estadounidense, desarrolló un plan para que desde niños crear personas con la capacidad de pensar por sí mismos. Esto necesita un entrenador en la cancha de juego, no sólo atletas físicamente preparados, sino deportistas integrales que puedan tomar decisiones importantes durante la tensión de un partido y con miles de fans observando de forma lunática el partido.
Es por ello, que Lipman nos adentra en el método de desarrollar el pensamiento crítico, o la razón, en cada individuo, en cada jugador, en cada componente del equipo.
Volvemos a la Antigua Grecia para centrarnos en Aristóteles. La victoria tiene muchas madres y la derrota es huérfana, ésta es una de las grandes frases que nos dejó Aristóteles y que representa muy bien el estado de un líder: En ocasiones en la cresta de la ola y en otras repudiado. Los resultados mandan. En el deporte cada vez hay menos tiempo para la preparación del equipo. La cantidad de partidos a celebrar con sus viajes constantes hacen muy enrevesada la planificación del entrenador, así como la organización de la estructura en general.
Para Aristóteles la inteligencia del ser humano es aplicar los conocimientos a la práctica. Podemos sostener que el entendimiento del contexto es un análisis que necesitamos explorar para tomar, de esta forma, las decisiones alineadas al lugar o a la entidad en la que estoy, así como las circunstancias que me rodean. Estaríamos hablando de convivir con los valores acordes al personal y de gastar el dinero justo para no hipotecar la salud económica de la organización.
EL ARTE DE ENSEÑAR (Confuncio)
Poco se conoce sobre la vida de la vida del filósofo chino Confucio. Se cree que vivió entre 551-479 a. C. De sus obras conocidas, algunas atribuidas directamente a él, otras fueron compiladas por sus discípulos. En uno de estos textos, “Conversaciones familiares”, existe un interesante diálogo respecto al aprendizaje:
Confucio se sentó a descansar, y pronto los alumnos empezaron a hacerle preguntas. Aquel día el Maestro estaba bien dispuesto, y decidió responder.
– Usted consigue explicar muy bien todo lo que siente. ¿Por qué no va hasta el Emperador y habla con él?
– El Emperador también hace bellos discursos –dijo Confucio. –Y los bellos discursos son apenas una cuestión de técnica; ellos no traen consigo la Virtud.
– Entonces, envíele su libro de poemas.
– Los trescientos libros de poemas allí escritos pueden ser resumidos en una sola frase: “piensa correctamente”. Este es el secreto.
– ¿Qué es pensar correctamente?
– Es saber usar la mente y el corazón, la disciplina y la emoción. Cuando se desea una cosa, la vida nos guiará hacia ella, más por caminos inesperados. Muchas veces nos dejamos confundir porque estos caminos nos sorprenden, y entonces creemos que estamos yendo en la dirección equivocada. Por eso yo dije: déjate llevar por la emoción, pero mantén la disciplina de seguir adelante.
– ¿Y usted hace eso?
– A los quince años, comencé a aprender. A los treinta, pasé a tener la certeza de lo que deseaba. A los cuarenta, las dudas retornaron. A los cincuenta años, descubrí que el Cielo tiene un proyecto para mí y para cada hombre sobre la faz de la Tierra. A los sesenta comprendí este proyecto y encontré la tranquilidad para seguirlo. Ahora a los setenta años, puedo escuchar mi corazón sin que él me haga salir del camino.
– Entonces, ¿Qué es lo que hace diferente a los otros hombres que también aceptan la voluntad de Cielo?
– Yo procuro dividirla con vosotros. Y quien consigue discutir una verdad antigua con una generación nueva debe usar su capacidad de enseñar. Esta es mi única cualidad: ser un buen profesor.
– ¿Qué es un buen profesor?
– Es el que examina todo lo que enseña. Las ideas antiguas no pueden esclavizar al hombre porque ellas se adaptan y adquieren nuevas formas. Entonces, tomemos la riqueza filosófica del pasado sin olvidar los desafíos que el mundo presente nos propone.
– ¿Qué es un buen alumno?
– Aquel que escucha lo yo le digo, pero adapta mis enseñanzas a su vida y nunca las sigue al pie de la letra. Aquel que no busca un empleo, sino un trabajo que lo dignifica. Aquel que no busca ser notado, sino hacer algo notable.
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