En una de esas noches que tanto me cuesta conciliar el sueño, me tragué varios episodios de uno de esos programas de televisión que muestran ciertas costumbres y estilos de vida de algún pueblo o comunidad. En uno de ellos apareció la expresión sextaferia, que significa la prestación de un servicio gratuito realizado por los vecinos para la ejecución de obras públicas del pueblo o municipio, por ejemplo, reparación de caminos, fuentes, u otras zonas comunales que necesiten una mejora.

 

Mientras veía este capítulo me trasladé a mi etapa de entrenador en el baloncesto en silla de ruedas. Fueron algo más de cuatro años entrenando a Zuzenak, equipo de Vitoria de baloncesto adaptado. Y, es que, sin darme cuenta en mis primeros años de entrenador, estaba absorbiendo grandes dosis de valores, trabajo en equipo y liderazgo. Recuerdo como en la pretemporada, momento que también estoy viviendo ahora con mi actual equipo, después del partido estaba el tercer tiempo… Una especie de sextaferia, me explico, una vez concluida la jornada, en este caso el partido, todos los integrantes de ambos equipos estábamos invitados a una cena o picoteo en el cual compartíamos las variadas experiencias que cada uno tenía o iba teniendo.

Aprendí que el presente es el momento más brillante en el que podemos estar, el partido ya terminó, nada se puede hacer… Pensar en el futuro nos angustia… ¡Qué pena no poder haber desarrollar este pensamiento con todos mis antiguos equipos!

 

 

Este tercer tiempo es también el networking del que tanto hablamos hoy en día y del que tanto echamos de menos en algunos sectores. Volviendo a mis inicios como entrenador, en aquella época cuando empezaba a entrenar existía un tercer tiempo de entrenadores, improvisado muchas veces, pero altamente productivo. Después de entrenar se celebraban reuniones informales en algún bar con contenido rico en conceptos para mejorar día a día como entrenador. Ahora el networking (no sabía por aquel entonces esta terminología) hay que programarlo e incentivar para que la gente acuda y se enriquezca de otras opiniones o experiencias. Incluso los jugadores ejercían “networking” después de sus entrenamientos, pues se quedaban a ver cómo entrenaba el equipo que iba después… O llegaban antes de la hora para ver cómo entrenaba el equipo previo. La vida va cambiando, pero no debería evidenciar una carencia de valores en el ser humano, tanto social y profesionalmente.

 

 

“Se dice que el tiempo es un gran maestro;

lo malo es que va matando a sus discípulos.”  

(Hector Berlioz)

 

 

 

Nuevamente he comenzado una nueva pretemporada, 29 exactamente y como profesional las últimas 20. Todo es muy diferente a mis inicios, hoy todos los equipos profesionales tenemos nuestro propio salón de comidas y apenas coincidimos con nuestros rivales, la información que manejamos cuesta mucho compartirla, la privacidad y las confidencias están en el día de los equipos profesionales. Sin embargo, paradójicamente, cada año surgen nuevas plataformas que diseccionan el juego de los equipos y que están al alcance de cualquier club que quiera pagar por acceder a dicha información.

 

Como conclusión se me ocurre que el deporte tiene infinidad de valores. Solventar cada jornada laboral de entrenamientos exigentes es de pura resiliencia. El deporte es tan poderoso que tiene todas las herramientas necesarias para liderar un desarrollo pleno de cada unos de los componentes de los equipos, porque la virtud nace de los obstáculos que vamos teniendo.

 

 

 

 

 

…. ¡Ey! Resulta que creo que para el actual momento que está viviendo la humanidad, necesitamos una sextaferia para anular a la COVID 19, el pueblo necesita ayudar al pueblo. Quizás las viejas costumbres hay que recuperarlas y así, reconquistar los valores que han servido para crear la sociedad actual que estamos viviendo… Y que por momentos parece que nos la cargamos.

 

 

EL VENCEDOR ESTÁ SOLO

Fragmento del libro de Paulo Coelho

 

La gente nunca está satisfecha con nada. Si tiene poco, quiere mucho. Si tiene mucho, todavía quiere más. Si tiene más, quiere ser feliz con poco, pero es incapaz de hacer esfuerzo alguno en ese sentido.

¿Acaso no entienden que la felicidad es algo muy simple? ¿Qué quería esa chica que pasó corriendo, vestida con vaqueros y camiseta blanca? ¿Qué podía ser tan urgente que le impedía contemplar el hermoso día de sol, el mar azul, los niños en sus cochecitos, las palmeras del paseo marítimo?

«¡No corras, muchacha! Nunca podrás huir de las dos presencias más importantes en la vida de cualquier ser humano: Dios y la muerte. Dios acompaña tus pasos, enfadado porque ve que no prestas atención al milagro de la vida. ¿Y la muerte?

Acabas de pasar por delante de un cadáver, y ni siquiera te has dado cuenta.» Igor paseó varias veces por el lugar del asesinato. En un momento dado, concluyó que sus idas y venidas iban a despertar sospechas; entonces decidió permanecer a una distancia prudencial, a doscientos metros del lugar, apoyado en la balaustrada que daba a la playa, con gafas oscuras (lo que no tenía nada de sospechoso, no sólo por el sol, sino también por el hecho de que las gafas oscuras, en lugares en los que hay celebridades, son sinónimo de estatus).

 

Le sorprende ver que es casi mediodía y que nadie se ha dado cuenta de que hay una persona muerta en la principal avenida de una ciudad que en este momento está en el punto de mira de todo el mundo.