Qué bien sientan esos días que puedes desconectar un poquito de tu trabajo. Las cargas de tareas en algunos oficios no entienden de días festivos, por lo que, desde aquí te digo que siempre intentes disfrutar con lo que haces… Pero repito, desconectar es fantástico y encima ¡Te genera ideas! No cabe duda que todos necesitamos ese aislamiento del día a día y de nuestra rutina de vez en cuando.

No quiero que suene enfermizo, me comentaban hace unos días que en los momentos de desconexión es cuando el ser humano puede llegar a ser más creativo… Curiosamente hace unos días, con día rojo, pero con mis obligaciones al máximo, pude experimentar lo cierto de despertar la creatividad en los instantes más recreativos.

Aquí mi mente se puso a funcionar en plena cena con unos amigos. Tras muchas experiencias profesionales vividas y recuperando fragmentos, bien del colegio o la universidad, puedo decir que reconocer es de valientes. Para que lo entiendas de primera mano, te doy todos los detalles sobre ello.

 

 

La importancia de saber reconocer

Cuando vemos algún partido de cualquier deporte, lo habitual es ver al entrenador dando órdenes, evaluando las acciones a pleno éxtasis de pulsaciones. En esos momentos, el reconocimiento se centra sólo en el resultado más objetivo posible, y, en realidad, hay muchísimos más movimientos a tener en cuenta que, por la tensión del momento, es difícil valorar de forma efectiva.

Te cuento una anécdota para explicarme mejor: Recuerdo haber estudiado a Skinner (1904-1990) en la universidad y mientras el profesor desarrollaba la clase, yo trasformaba aquellas explicaciones en la actitud que yo debía tener entrenando a mi equipo. Mi profesor y Skinner me inspiraban en mi formación como entrenador.

Llegaba a la cuenta de que, si Skinner apoyaba la importancia del refuerzo positivo en el reconocimiento, ¿Por qué yo cada tarde de entrenamiento castigaba muchísimo más el error de mis jugadores? Para que algo bueno se repita más a menudo hay que reconocerlo… Reforzar esa conducta es esencial para poder seguir adelante y desarrollarnos de manera exitosa.

Por lo tanto, caí en la conclusión de que aquellas acciones que no quiero que se vuelvan a suceder, tengo que reconocerlas y trabajar para que no se repitan. Y, aunque no lo creas es este el punto que debe tener todo buen líder.

 

 

Reconocer es el camino al éxito

Tomando de ejemplo un partido de baloncesto o un entrenamiento, hay numerosas acciones que van sucediendo, obviamente, todas no podemos corregir… Lo que sí podemos hacer es intensificar nuestra atención en las positivas para ir consolidando nuestro propio método como equipo. De esta forma, inconscientemente, estamos minimizando aquellos movimientos más negativos. El simple hecho de no nombrarlas si quiera, las debilitamos y así no estaremos alimentando malas vibraciones que aumentan nuestros propios miedos.

La sociedad nos orienta demasiado respecto a quiénes somos y qué queremos ser y nos cuesta mucho romper con los moldes prestablecidos. En algunos casos, se tiende a pensar en líderes blandos si refuerzan positivamente a sus colaboradores.

Por eso, te invito a que te pongas en contacto conmigo de la manera que quieras para que pueda ayudarte a conseguir todos tus objetivos tanto a corto como largo plazo. Estaré encantado de poder ayudarte en todo lo que necesites.

 

 

 

EL DESAFÍO (CUENTO ZEN)

– Escúchame, Dios, necesito pedirte algo.

– ¿Qué quieres? – respondió Él.

– Estoy cansado de trabajar cada día en el campo y perder muchas veces la cosecha de trigo por culpa de una tormenta o una despiadada ola de sequía. La gente termina pasando hambre… Tal vez no sepas como yo, que soy campesino, cómo debe ser el tiempo. Deja que yo decida durante un año y verás cómo desaparecen la pobreza y el hambre.

Dios le miró compasivo y asintió.

– De acuerdo, acepto el reto. Tú me dirás durante un año cómo quieres que sea el tiempo.

Y así fue: durante un año entero, el campesino iba pidiendo sol o lluvia según lo deseaba. Y todo fue muy tranquilo. Apenas tuvo que trabajar y en primavera, justo un año después, fue a hablar con Dios. El trigo había crecido mucho, más que ningún otro año, y el campesino estaba orgulloso:

 

– ¿Ves cómo tenía razón? – dijo el anciano-. El trigo está tan alto que tendremos alimento para varios años.

– Ya veo- respondió Dios- Cierto, ha crecido mucho. Pero… ¿Te has asegurado de que los granos sean buenos?

El campesino tomó entonces un grano de trigo y lo abrió. ¡Estaba vacío!

– ¿Cómo es posible? – preguntó alarmado el campesino.

– Sin obstáculos, es imposible crecer. Sin desafíos, sin tormentas, truenos o granizo, el trigo no se fortalece. Le pusiste todo tan fácil, que el trigo creció sin alma, vacío…

El campesino entonces lo entendió todo.