Hacer la vista gorda es una de las actitudes más comunes en pleno siglo XXI. Antiguamente se condenaba muy fuertemente, incluso con la muerte, a aquellas personas que levantaban la voz o que se postulaban con ideas diferentes que revolucionaban a la dormida y apacible sociedad. Actualmente esos castigos no existen, pero puedes llegar a formar parte de los catalogados “bichos” raros, o sufrir la indiferencia de mucha gente, incluyendo los círculos más cercanos si tus ideas son muy distintas a las consideradas comunes. Por eso, es más fácil hacer caso omiso en varios momentos de la vida.

La pelea de los entrenadores en al ámbito deportivo es no mirar mucho a otro lado y corregir cada detalle que influye en el juego, posiblemente única vía de desarrollo claro de perfeccionamiento. En este sentido, esperar qué pasa no es muy conveniente, pues el error se puede convertir en un mal hábito y hacer mucho daño al equipo, hasta tal punto, de romper la química del grupo estableciéndose el sufrimiento como el sentimiento más presente en cada entrenamiento y/o partido.

Visto así, es curioso que ante muchas situaciones no deseadas o molestas solemos referirnos al tiempo para solucionar el problema. Escuchaba recientemente una entrevista del psicólogo y escritor Tomás Navarro diciendo que el dolor es una oportunidad para el crecimiento. En términos deportivos el dolor, es decir la oposición del correspondiente adversario, despierta la creatividad estratégica y la motivación con el fin de mejorar y, así, poder ganar el mayor número de partidos posibles. Por el contrario, hacer la vista gorda, esperando que el tiempo lo arregle todo y llegue una solución por arte de magia, nos acerca un poquito a la mediocridad sin esperar resultados positivos como equipo.

Siguiendo con Tomás Navarro, argumenta que el dolor nos avisa de que algo no va bien y que con el paso del tiempo si lo desatendemos el daño puede ser muy grande… Por lo tanto, el tiempo no lo cura todo… Realmente el tiempo lo que hace es complicar más las cosas sino ponemos remedio.

En el baloncesto los entrenamientos sirven para ajustar todas aquellas situaciones que necesitan mejorar, es de vital importancia no dejar pasar oportunidades de corrección y matización para consolidar una evolución idónea. Luego en los partidos cada entrenador puede llegar a disponer de hasta cinco tiempos muertos para parar el juego y poner remedio a las trabas que pone el oponente.

Dar protagonismo al tiempo para no tomar decisiones es una de las perores acciones que podemos hacer en la vida. A veces, no es una cuestión de ser valientes o no, más bien de ser conscientes. Habrá personas que tarden más o menos, lo que nunca puede faltar es dedicación y compromiso. Si ves un problema, trabaja en el remedio, de nada sirve esperar o pensar en soluciones a medias tintas que sólo nos acercarán a un final grave.

 

 

APROVECHAR EL TIEMPO (Jorge Bucay)

Había una vez un hombre que estaba decidido a disfrutar de la vida.

Él creía que para eso debía tener suficiente dinero.

Había pensado que no existe el verdadero placer mientras éste deba ser interrumpido por el indeseable hecho de tener que dedicarse a ganar dinero.

Pensó, ya que era tan ordenado, que debía dividir su vida para no distraerse en ninguno de los dos procesos: primero ganaría dinero y luego disfrutaría de los placeres que deseara.

Evaluó que un millón de dólares sería suficiente para vivir tranquilo el resto de su vida. El hombre dedicó todo su esfuerzo a producir y acumular riquezas.

Durante años, cada viernes abría su libro de cuentas y sumaba sus bienes.

–   Cuando llegue al millón- se dijo- no trabajaré más. Será el momento del goce y la diversión. No debo permitir que me pase lo de otros- se repetía-, que al llegar al primer millón empiezan a querer otro más.

Y fiel a su duda hizo un enorme cartel que colgó en la pared:

 

“SOLAMENTE UN MILLÓN”

 

Pasaron los años.

El hombre sumaba y juntaba. Cada vez estaba más cerca. Se relamía anticipando el placer que le esperaba.

Un viernes se sorprendió de sus propios números:

La suma daba 999.999,75

¡Faltaban 25 centavos para el millón! Casi con desesperación empezó a buscar en cada chaqueta, en cada pantalón, en cada cajón las monedas que faltaban…. No quería tener que aguardar una semana más.

En el último cajón de un armario encontró finalmente los 25 centavos deseados.

Se sentó en su escritorio y escribió en números enormes:

1.000.000

Satisfecho, cerró sus libros, miró el cartel y se dijo:

–  Solamente uno. Ahora a disfrutar…

En ese momento sonó la puerta.

El hombre no esperaba a nadie. Sorprendido, fue a abrir. Una mujer vestida de negro con una hoz en la mano le dijo:

–   Es tu hora.

La muerte había llegado.

–   No… – balbuceó el hombre-. Todavía no… No estoy preparado.

–   Es tu hora- repitió la muerte.

–   Es que yo… El dinero… El placer…

–   Lo siento, es tu hora.

–   Por favor, dame, aunque sea un año más, yo postergué todo esperando este momento, por favor…

–    Lo lamento – dijo La muerte.

–   Hagamos un trato- propuso desesperado-: yo he conseguido juntar un millón de dólares, llévate la mitad y dame un año más. ¿Sí?

–   No.

–   Por favor. Llévate 750.000 y dame un mes….

–   No hay trato.

–   900.000 por una semana.

–   No hay trato.

–   Hagamos una cosa. Llévatelo todo, pero dame, aunque sea un día. Tengo tantas cosas por hacer, tanta gente a la que ver, he postergado tantas palabras…por favor.

–  Es tu hora- repitió La muerte, implacable.

El hombre, resignado bajó la cabeza.

– ¿Tengo unos minutos más? – preguntó.

La muerte miró unos pocos granos de arena en su reloj y dijo:

–  Sí.

El hombre tomó su pluma, un papel de su escritorio y escribió:

LECTOR:

Quienquiera que seas. Yo no pude comprar un día de vida con todo mi dinero.

Cuidado con lo que haces con tu tiempo.