Apurando el mes de septiembre y poco a poco centrándonos en un nuevo curso, es también momento para el inicio de diferentes proyectos… Y competiciones deportivas. Por ejemplo, es típico cuando comienza una nueva temporada de las ligas profesionales de baloncesto, encontrarse en numerosos medios de comunicación reportajes sobre quién será el mejor jugador en determinada posición, cuál es el mejor fichaje, quién será el jugador revelación…

Hoy voy a centrar esta entrada en esos valores que considero básicos en la dirección de un equipo, basándome en la observación y en el trato directo con diferentes entrenadores a lo largo de mi experiencia y que puede extrapolarse a cualquier líder.

El estado emocional de un entrenador es primordial para mantenerse fuerte durante toda la temporada. Son muchas las situaciones de ansiedad a las que son sometidos los entrenadores, aunque hay aspectos a delegar, la presión y la toma de decisiones en breves momentos de tiempo y ante la mirada de mucha gente hacen especial esta forma de dirigir a un grupo.

Pues a continuación con cinco apoyos que un buen líder tiene que trabajar para desarrollar a su equipo y para que su propia salud mental no sufra demasiado:

El AMOR. No hay lugar a dudas que la pasión mueve a los entrenadores. Es un sentimiento mágico que sólo los que amamos realmente este deporte lo podemos experimentar. El amor hará que tengamos confianza plena en nuestros jugadores, lo bueno que les pase a ellos, será bueno para el entrenador… Para el líder.

La PAZ. Esto sería no tener ningún frente abierto con nadie, manteniendo un estado de equilibrio y estabilidad para mantener la unidad del equipo. Por supuesto, que terminar cada día con la sensación de trabajo bien realizado ayudará muchísimo a perdurar las vibraciones positivas, tan necesarias en la temporada deportiva.

El RESPETO. Me refiero a aceptar las diferencias entre unos y otros. En un equipo la diversidad es palpable. Se mezclan culturas, razas, religiones, formas de pensar y por supuesto formas de entender el juego, habilidades diferentes en lo referente a la técnica individual que cada uno posea. Tratar con respeto a los integrantes del equipo, servirá para que las relaciones internas sean adecuadas y satisfactorias, combinación perfecta para enfrentarse a los momentos conflictivos que surgirán durante el año.

La HONRADEZ. Quien es honrado se muestra como una persona rigurosa y justa, además de inspirar confianza. Un entrenador honesto representa la verdad, decidirá en todo lo momento lo que es mejor para uno mismo y para el resto. Y como en una temporada el trabajo debe ser sumar cada día para mejorar, las acciones correctas nos harán mejores a largo plazo.

La ESPERANZA. El entrenador, primer líder del equipo tiene que mostrar confianza en lograr los objetivos se desean. En el deporte ganar y mejorar están en boca de todos. Si eres un entrenador con capacidad de generar confianza y que todos crean que lo pueden conseguir, tienes más de media batalla ganada.

Como os decía anteriormente, iniciando mi temporada número 22 como entrenador ayudante de baloncesto, este sería mi “quinteto inicial” para perfeccionar las fortalezas y la evolución de nuestro equipo. Ahora me toca a mí también trabajar para desafiar un año más el hechizo que supone el baloncesto profesional.

 

FÁBULA DE LAS EMOCIONES 

(“El arte de soplar brasas” de Leonard Wolk)

“Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades del ser humano. 

Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso: ¿vamos a jugar a las escondidas? 

La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: 

– ¿A las escondidas? … Y ¿Cómo es eso? 

– Es un juego –explicó la locura- en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar hasta un millón mientas ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego. 

El entusiasmo bailó secundado por la euforia, la alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda, incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada. 

Pero no todos quisieron participar … La verdad prefirió no esconderse; ¿para qué? Si al final siempre la hallaban, y la soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la cobardía prefirió no arriesgarse … 

– Uno, dos, tres, … – Comenzó a contar la locura. 

La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra en el camino, la fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. 

La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos …

¿Qué si un lago cristalino? Ideal para la belleza.

¿Qué si la hendidura de un árbol? Perfecto para la timidez.

¿Qué si el vuelo de una mariposa? Lo mejor para la voluptuosidad.

¿Qué si una ráfaga de viento? Magnífico para la libertad.

Así, la generosidad terminó por ocultarse en un rayito de sol.

El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo, … pero sólo para él. 

La mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris), y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes. 

El olvido .. Se me olvidó dónde es escondió … Pero eso no es lo importante. 

Cuando la locura contaba 999.999, el amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado … Hasta que divisó un rosal … Y enternecido decidió esconderse en sus flores. 

– ¡Un millón! – contó la locura y comenzó a buscar. 

La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres pasos de una piedra. 

Después se escuchó a la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología … 

A la pasión y el deseo los sintió el vibrar de los volcanes. 

En un descuido encontró a la envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo. 

Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo. Él solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. 

De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la belleza. 

Con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse. 

Así fue encontrando a todos … Al talento entre la hierba fresca, a la angustia en una oscura cueva, a la mentira detrás del arco iris … (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta el olvido …. Que ya se le había olvidado que estaban jugando a las escondidas. 

Pero el amor no aparecía por ningún lado. 

La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas … y cuando estaba dándose por vencida divisó un rosal y las rosas … Y tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto se escuchó un doloroso grito. 

Las espinas habían herido en los ojos al amor; la locura no sabía qué hacer para disculparse … Lloró, rogó, imploró, pidió perdón y, como castigo, hasta prometió ser su lazarillo.” 

Cuenta la leyenda que desde entonces, desde que por primera vez se jugó a las escondidas en la tierra, el amor es ciego … Y la locura siempre lo acompaña.