Tener ambición es bueno. No concibo un buen deportista que no tenga ambición.

El deporte está lleno de retos, la mejora se lleva a extremos muy exigentes, no obstante, pienso que a veces esto nos falla en nuestro día a día, la mayoría de nosotros no somos deportistas de élite y quizás, en otros casos el trabajo nos pueda anular ciertos deseos.

La ambición bien entendida se trata de despertar nuestras aspiraciones. De llegar cada día un poquito más lejos en nuestra carrera por la vida.

Por lo tanto, ser ambicioso está bien, lo cual no significa que sea buena persona, todo en exceso es peligroso.

Hoy en día es muy habitual encontrarnos con personas con ambición desorientada. Consideran que la consecución del éxito es inhabilitar a otros, llevando su vida a continuos precipicios, la felicidad es una pelea y su carrera profesional ha impregnado su vida personal.

Esto último es la codicia y no debemos confundirla con la ambición. Una persona codiciosa representa las ganas de tener más de lo que se puede tener o saber.

Posiblemente, en nuestro lenguaje hemos confundido estos dos términos. La ambición puede ser muy positiva y ser de

gran ayuda para conseguir nuestros objetivos y mantenernos motivados.

La ambición adecuada es el detalle genial para apuntalar nuestra vida. No sólo pensando profesionalmente, en el aspecto social y familiar la ambición será un principio significativo.

En el deporte veo muy de cerca todo lo que he explicado anteriormente y ahora quiero ofrecerte algunas claves para tu vida cotidiana.

¿QUÉ SUPONE TENER AMBICIÓN?

Lo primero de todo es estar predispuesto para el cambio. Hay veces que el cambio lo queremos provocar nosotros, pero hay otras que los cambios nos vienen sin querer… Las personas ambiciosas ven esta situación como una gran oportunidad y no temen por la situación. Es la coyuntura perfecta para renovarse y esto es maravilloso, pues es lo que hace al ser humano un ser único con posibilidades infinitas, lejos de construir vidas aburridas.

“Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”

Mahatma Gandhi

La ambición nos hace perseverantes. La perseverancia es sinónimo de constancia, persistencia, firmeza, dedicación y tesón. Esto empuja de lleno en la actitud, y por consiguiente en nuestro estado de ánimo. Veré mis áreas de mejora como un desafío y no me dejaré llevar por las situaciones que me golpeen. Tendré metas y mi objetivo es cumplirlas, gran premisa para el éxito.

Soñar es gratis. La persona ambiciosa sueña con sus proyectos, sueña en cómo decorar su casa, qué ropa ponerse… Ilusionarse es bonito, todos tenemos ilusiones, lo que pasa es que las hacemos aflorar poco. La más común es preparar las vacaciones, en esos preparativos fantaseamos con lo que vamos a hacer y cómo lo vamos a hacer. Ahora lo que planteo es ilusionarnos cada día con algo, seguro que tenemos motivos y el talento necesario para afrontar esos proyectos que tenemos en nuestro interior.

 

Como hemos dicho anteriormente somo seres únicos, la capacidad de crear que tenemos es altísima, tendemos a responsabilizar a terceras personas de nuestros resultados. Lo que tenemos que hacer es entrenar a nuestra mente para que la grandeza que existe dentro de nosotros, independientemente de las circunstancias personales y situaciones económicas o recursos que dispongamos no nos impidan confiar en nuestro poder personal.

CODICIA

Jorge Bucay – Cuentos para pensar

Cavando para montar un cerco que separara mi terreno del de mi vecino, me encontré enterrado en mi jardín, un viejo cofre lleno de monedas de oro.

A mi no me interesó por la riqueza, sino por lo extraño del hallazgo, nunca he sido ambicioso y no me importan demasiado los bienes materiales, pero igual desenterré el cofre.

Saqué las monedas y las lustré. Estaban tan sucias las pobres….

Mientras las apilaba sobre mi mesa prolijamente, las fui contando….

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Pensaba en lo contento que se pondría un codicioso que se topara con semejante tesoro. 

Constituían una verdadera fortuna. Sólo por pasar el tiempo, empecé a imaginar todas las cosas que se podrían comprar con ellas.


Por suerte, por suerte…, no era mi caso…

Hoy vino un señor a reclamar las monedas, era mi vecino. Pretendía sostener el muy miserable que las monedas las había enterrado su abuelo, y que por lo tanto le pertenecían a él.

Me fastidió tanto que lo maté….

Si no lo hubiera visto tan desesperado por tenerlas, se las hubiera dado, porque si hay algo que a mí no me importa son las cosas que se compran con dinero.

Pero, eso sí, no soporto la gente codiciosa….