La principal habilidad que hace exitoso a un líder es la comunicación. Algo que parece tan simple, se convierte en un enorme quebradero de cabeza para aquellos que tienen por objetivo la mejora personal.

A su vez, la tecnología, pavor para muchos jefes.  Avanza constantemente y por consiguiente acarrea varias caídas a su paso de gente que no puede seguir el ritmo de tal avance, aclimatarse a los nuevos cambios es tarea extra del líder.

Estoy acostumbrado a ver como los entrenadores (en mi caso de baloncesto) tienen por consigna la formación continua. La estrategia en el mundo del deporte profesional se mueve a una velocidad vertiginosa y si hay un entrenador que no trabaja su desarrollo está abocado a caducarse y a entrar en el olvido.

Siempre me sorprendo con la capacidad que tienen los entrenadores de comunicar. Tienen un punto a favor: que sienten una gran pasión por lo que hacen y lo transmiten con una energía que es muy difícil de no seguir. El día que esto falle en un entrenador, sus posibilidades de fracasar en el trabajo de equipo serán máximas. Y, posiblemente este punto tenga mucho que ver con el éxito o no de los altos mando en mundo de la empresa.

¿Todos los jefes tienen pasión por su trabajo?

Comentaba el otro día en un foro de desarrollo personal que la honestidad no está premiada en la sociedad actual. Triunfa la mentira, decir la verdad, en ocasiones te genera conflictos y ser una persona reprobada…

Por ello me puse a pensar en un referente para diferenciar la figura de un verdadero líder. En ese repaso por la historia, me quedé con Abraham Lincoln, primer presidente republicano de Estados Unidos y que fue capaz de unir al país que representaba en un momento muy traumático.

Comentan el gran poder de oratoria que poseía Lincoln, por lo tanto, confirmamos lo que ya presuponíamos, la comunicación es una de las claves que debemos mejorar para liderar adecuadamente. Precisamente, los que le conocieron afirmaban que el rasgo que más le caracterizaba era su profunda tristeza, al igual que esas grandes canciones románticas que triunfan por la tristeza de su compositor, Lincoln metido en continuas depresiones fue capaz de sacar lo mejor del pueblo estadounidense.

Los historiadores aseguran que su inexperiencia en la Administración era suplida por su gran integridad y honestidad. ¡Casi nada para un político en los tiempos que corren hoy en día! Podemos afirmar que fue un hombre hecho así mismo, pues creció en el seno de una familia muy humilde y tuvo que compaginar la escuela con sus obligaciones agrícolas. Esto suponía que muchas veces no podía acudir al colegio, lo cual no era un impedimento para formarse, los pocos libros que llegaban a sus manos los leía con una desbordante pasión, forjando así su fiel pensamiento.

 

La honestidad y la transparencia te hacen vulnerables. De cualquier forma sé honesto y transparente.

Teresa de Calcuta

 

Y es que estas dos palabras son fundamentales en la confección de un equipo de trabajo. Desde muy pequeños la escuela trata de educar de manera integral a los alumnos y, las familias, no tienen otra preocupación para sus hijos: que sean buenas personas, trabajadoras y fieles.

El otro concepto, la honestidad, como comentaba antes esta cara hoy en día. Lincoln lo tenía claro, abolir la esclavitud y ese fue su gran legado que con el paso de los años se terminó por cumplir legalmente.

Parece mentira, pero no resulta evidente ver a jefes con las ideas claras y trabajando honestamente por ellas. En mi posición de observador, tengo que decir que las grandes hazañas de los equipos que he formado parte han venido por la testarudez de los entrenadores, por creer ciegamente en lo que exponían en cada entrenamiento y mirar a la cara a cada unos de sus jugadores, independientemente de la participación de minutos en los partidos: todos fueron tratados por igual.

Nos queda la tecnología. Algo que parece tan evidente son muchos los que se muestran reacios. En el fondo, tenemos que asumir que está para ayudarnos y no debemos cerrarnos a nuevas formas de trabajar que pueden mejorar el rendimiento.

 

El verdadero progreso es el pone la tecnología al alcance de todos.

Henry Ford

 

En el panorama profesional en el que me muevo, la tecnología nos ayuda a marchas forzadas. Horas que antes teníamos que pasar delante de una pantalla (primero de un televisor y ahora de un ordenador) ejecutando tareas que nos desgastaban enormemente. Ahora en estos tiempos más modernos, seguimos invirtiendo horas de despacho, pero ganamos en energía gracias a ciertos programas tecnológicos que nos hacen sentirnos más entrenadores que administrativos.

Aún, así, las nuevas herramientas que salgan tienen que estar en conocimiento por los altos mandos y en la medida de lo posible dotar a su equipo de trabajo del mayor confort. No para trabajar menos, sino para tener una mayor calidad en el desarrollo de las tareas y toda la organización salga ganando.

 

 

EL ÁRBOL QUE NO SABÍA QUIÉN ERA

Fábula Oriental

Había una vez, en un lugar y en un tiempo que podría ser cualquiera, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.

Todo era alegría en el jardín, excepto un árbol que estaba profundamente triste. El pobre tenía un problema: no sabía quién era.

El manzano le decía: “lo que te falta es concentrarte, si realmente lo intentas podrás tener sabrosas manzanas, es muy fácil”.

El rosal le decía: “No le escuches. Es más sencillo tener rosas y son más bonitas”.

El pobre árbol, desesperado intentaba todo lo que le sugerían pero como no lograba ser como los demás se sentía cada vez más desolado.

Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y le dijo: “No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra, no dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas. Sé tú mismo, conócete y para lograrlo escucha tu voz interior.

¿Mi voz interior? ¿Ser yo mismo? ¿Conocerme? Se preguntaba el árbol desesperado…. Entonces de pronto comprendió. Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón.

Por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole:
Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal.

Eres un roble y tu destino es crecer grande y majestuoso, dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje. Tienes una misión cúmplela.

Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a SER, SIMPLEMENTE SER. ¡FIN!