En el baloncesto no se puede estar más de tres segundos en la zona restringida cerca del aro, se considera una ventaja grande que un jugador pueda acomodarse en ese área para conseguir una canasta, así, que el reglamento obliga a salir de esa zona para buscar nuevas opciones de ataque. Y, ¿En la vida? ¿Cómo generamos nuestras alternativas? ¿Nos movemos con frecuencia? O ¿Tendemos a establecernos fácilmente en nuestro tránsito por la vida?

La zona de confort de conquista a enemiga de nuestro desarrollo… Tomaba hace unos días un café con un antiguo compañero de clase, de aquella primitiva EBG y para algunos, anhelada. Nos pusimos muy brevemente al día, en una divertida conversación repasamos los capítulos más importantes de nuestras vidas, él había estudiado una buena carrera y sin embargo optó por convertirse en funcionario de una profesión totalmente diferente a lo estudiado, me dijo que quería estabilidad… Pensamos que liderar nuestra vida es tener tiempo libre…

 

Vivir cómodo es un engaño, es perder el tiempo. ¡Necesitamos vivir motivados!

 

Poniendo de ejemplo a nuestro propio trabajo, las personas luchamos por conseguir un buen puesto laboral, lo que en muchos casos conlleva que, una vez conseguido, a un estancamiento, el confort nos ciega y no hay nada peor y más grave para la vida que trabajar desmotivado…. Y no nos damos cuenta de ello.

Pues imagínate un líder desmotivado… sin ganas de desarrollar a su equipo, de llevarlo a retos madurativos…

¿Cuántas horas al día pasamos trabajando? Demasiado tiempo como para desperdiciar el tiempo.

 

Y, ¿SI MI TRABAJO NO ME GUSTA?

Este antiguo compañero mío, me comentaba que trabajando en lo que realmente había estudiado, cada día sería un examen. Hay empleos que es necesario estar al día de lo que te corresponda y que tu propio desarrollo es vital para seguir siendo productivo.

 

Es muy bonito pensar en dejar el trabajo y luchar por lo que te gusta… No quiero expresar este concepto tan extendido en redes sociales… Esto no siempre puede ser, hay una “mochila” detrás de cada uno que debemos saber trasportar….

Disfrutar con tu trabajo no siempre es posible. Recuerdo mis inicios profesionales, nada más superar mi carrera: Mi primer trabajo fue de peón en una prensa realizando producción de piezas, rutina monótona y poco agradecida para el desarrollo personal…. Turnos de trabajo que hacían tambalear mi asistencia como entrenador al equipo de baloncesto que dirigía por aquel entonces… Mi solución fue invertir en un inmueble para dar sentido a mis horas en el taller…. Aparte de ingeniármelas con mi jefe para encajar los horarios y poder faltar lo menos posible a los entrenamientos.

Mi motivación iba más allá, pagar una hipoteca con apenas 22 años de vida y no dejar de entrenar, mi verdadera pasión. Mi primer trabajo fue mi oportunidad para tener un piso. Cada uno tendrá que buscar sus propios caminos para dar sentido a lo que hace….

 

Y, ¿MIENTRAS QUE HAGO?

Lo que siempre se dice es formarse.  Apuntarse a un curso mientras trabajas no funciona a todo el mundo, seamos sinceros, no todos estamos igual de predispuestos a la formación en un aula o vía online. Lo que si disponemos es de un talento, en muchos casos por descubrir y en otros por explotarlo. Invierte tiempo en eso que mejor sabes hacer y, quién sabe si podrá ser tu profesión.

Para descubrir eso que nos más nos apasiona, no hay que hacer nada extraordinario, simplemente vamos a detenernos en nosotros mismos, observarnos… ¡Qué no nos dé miedo! Estoy convencido que todos tenemos algo que da sentido a nuestra vida, como los grandes deportistas, vamos a entrenar eso que nos apasiona, en algunos casos será destreza física en otros más mental.

Ahora es tu momento para detectar lo que quieres hacer para que tu día a día sea la mejor versión de ti. ¿Qué tal si empiezas por generar cada noche un listado de tareas que necesites cumplir al día siguiente? ¿Qué te parece si a cada labor que tengas que hacer le preguntas un para qué?

Espero vuestros comentarios, esta vez vuestro feeback puede ser una potentísima fuente de inspiración para todos nosotros.

 

 

EL HOGAR IDEAL PARA LA PRINCESA por Asia Drozd

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Érase una vez un rey que tenía una hija. La princesa llegaba a la edad adulta y el rey decidió que ya era hora que se fuera a vivir sola. Organizó un concurso que se llamaba: “El Hogar Ideal para la princesa”. El ganador se podía llevar un premio muy grande de diez cofres de oro puro, 100 vacas y 100 caballos.

Los más grandes constructores y arquitectos del reino empezaron a crear un Hogar Ideal pensando en la princesa. Uno de ellos, un hombre con mucha experiencia en la construcción militar, construyo un castillo de piedra, con varias torres, sólido y robusto. Alrededor de él había situado varios guardias para su mayor protección. La princesa llegó, lo miró con admiración, diciendo: “Este lugar parece muy seguro para vivir”. Y se quedó viviendo un tiempo en él, disfrutando de la seguridad que le proporcionaba.

Pero al cabo de un tiempo se sintió algo agobiada, porque las paredes eran tan gruesas que no dejaban casi entrar el aire. Los guardias examinaban cada persona que se acercaba al castillo, por lo tanto, no podía tener mucho contacto con los habitantes del reino. Así que decidió que no sería su Hogar Ideal.

Otro palacio, construido por un famoso arquitecto de Oriente, estaba hecho de diamantes, piedras celestiales y telas aterciopeladas. Era un lugar a la vez cómodo y precioso, las paredes brillaban con los rayos de sol y la luna, los muebles estaban hechos de cristales valiosos, las bellas telas invitaban a largos descansos. Los sirvientes, bellos hombres y mujeres, estaban siempre dispuestos a cumplir todos los deseos de la princesa.

La princesa dijo: “Qué hermoso es este lugar para vivir! ¡Podría estar aquí mirando las gemas y contemplando su belleza todo el día y disfrutando de la compañía de estos seres tan bellos!” Después de unos días y de haber visto todas las gemas en las paredes y haber disfrutado del suave tacto de las telas, se sintió algo aburrida. Los sirvientes empezaron a molestarle porque no le dejaban hacer nada por sí sola, siempre intentando cumplir cualquier deseo suyo. Al final decidió que no es su Hogar Ideal para vivir.

Y así, iba visitando varios sitios, pero no se quedaba satisfecha con ninguno, a pesar que no les faltaba ni belleza, ni comodidad, ni seguridad. El rey, algo desesperado, dobló la cuota de premio que se llevaba el ganador del concurso.

Un día se presentó en el palacio un hombre joven vestido de ropajes pobres anunciando que había preparado un lugar ideal para la princesa. Los sirvientes del rey se rieron: “Qué puedes ofrecer tú, pobre diablo, a nuestra princesa?”

“Acompáñenme”, dijo el chico. Y fueron el rey, sus consejeros y la princesa a ver el lugar. Pararon frente de una modesta cabaña de madera rodeada por un jardín. Los consejeros empezaron a burlarse del chico: “Cómo puedes pensar que la princesa podría vivir aquí? Al fin y al cabo, se trata de una princesa, y no de ninguna campesina”. Pero la princesa, aun así, quería probar.

Descubrió que había un huerto donde no crecía nada y allí empezó a plantar flores, vegetales y árboles frutales. Se ocupaba del cuidado del jardín, cortando las ramas y fertilizando la tierra. El jardín florecía, los árboles daban sus frutos y la princesa podía ver cada día los resultados de su trabajo. El jardín siempre estaba abierto a todos. Los habitantes del reino venían a buscar hortalizas, verdura y fruta y se deleitaban de su sabor. A veces venían tempestades, a veces plagas, que exigían más atención de la princesa. A veces acababa muy cansada. Pero a pesar de esto, y con sorpresa para todos, ella se quedó allí.

Dijo a su padre: “Mi jardín, al contrario de un castillo o palacio, nunca deja de crecer. Siempre puedo plantar algo. Cada día es una aventura. Y puedo compartir con todos los frutos de mi trabajo. Este es mi Hogar Ideal. “

El rey entendió y entregó el premio al chico joven. Dicen que este se casó con la princesa y juntos cuidaron del jardín durante muchos años.