Datos, datos y más datos. El siglo XXI es la era de la estadística avanzada. Las grandes marcas nos convencen con números, así, por ejemplo, una estrategia es poner precios que terminan en 99 céntimos de euro para enganchar más clientes. Entonces, ¿De qué se trata? ¿De convencimiento o de engaño?

El título, de esta forma, contiene también dos realidades. Podemos pensar que los números engañan o que por medio de los números podemos engañar… Todo va a depender de cómo desarrollemos la aclaración y las palabras nos pueden llevar trasmitir diferentes aclaraciones. Se dice que las palabras se las lleva el viento, por eso muchas veces necesitamos de documentos firmados para corroborar acciones. Otras personas, cuando hablas con ellas te piden números para comprobar lo que dices. Creemos más en los números, pero los números también nos pueden confundir.

Sin ir más lejos, ante una nueva crisis, los partidos políticos usan números para potenciar su filosofía, captar adeptos o no desilusionar a los que ya tiene. Siempre existe una combinación que les permite argumentar su éxito. En el deporte profesional los datos marcan cada día más los planes de acción. Tantas plataformas que estudian los partidos hacen que el baile de números pueda desorientar el verdadero centro de crecimiento: El entrenamiento.

Un equipo que ha metido 15 tiros de 3 puntos, puede ser un dato para trabajar para algún entrenador, para otro podría ser el porcentaje… Y para otros la pura observación del juego y arreglar estratégicamente cómo se pueden disminuir los tiros del equipo oponente.

Con todo lo anterior podemos pensar que sería el cero el número más difícil de manipular, pero resulta, que trasteando por internet he leído un antiguo artículo de Félix Bayón que redactó para el diario EL PAÍS en 1982, se trata de viejo un cuento ruso que de forma pícara narra la historia de la Unión Soviética y el escepticismo que puede generar un número como el cero:

Lenin viaja en el transiberiano acompañado de los que serían sus sucesores. De pronto, el tren se detiene. “Lo siento, Vladimir llitch”, dice el maquinista, “pero esta avería no tiene solución”.

Vladimir Ilitch Lenin reúne a los suyos y los arenga con ese gesto que ha sido inmortalizado por miles de estatuas en toda la Unión Soviética: “Adelante, hacia el radiante porvenir del comunismo”, grita apuntando al horizonte su brazo derecho. La vieja locomotora obedece al líder y, efectivamente, sigue su marcha…, pero no por mucho tiempo.

De nuevo vuelve a pararse. Entonces llega la hora de José Stalin. Este -sin dudarlo- manda detener al maquinista, acusándole de boicotear la economía soviética. El cuento, sigue con el segundo maquinista, quien, aterrorizado, logra hacer una chapuza y pone en marcha de nuevo el cansado ingenio de vapor. Pero el ferrocarril sólo puede avanzar unos metros, y después de dar varios bufidos agónicos, el transiberiano se detiene para siempre.

Le toca, pues, el tumo a Nikita Jruschov, que ordena a todos los pasajeros que desciendan de sus vagones y empujen desde el suelo hasta lograr un suave bamboleo. Sentado en su confortable sillón afirma sonriente: “Si no fuera por las ventanillas, que nos dejan ver el exterior, parecería que se mueve”.

Por último, Leónidas Breznev manda cerrar las cortinas y afirma satisfecho: “Ahora sí que parece que se mueve”.

Lo que nos queda claro es que el conocimiento de los números nos hace personas más completas y con menos posibilidades de ser manipuladas. Antiguamente se decía que saber leer te acercaba a la libertad, hoy, por tanto, saber leer y saber de números nos aproximan a ser personas más autónomas, no ser indiferentes y a tener más confianza para poder tomar la abundancia de decisiones que nos suceden cada día.

Hoy termino con un poco de humor, un sketch divertido de José Mota en el que podemos ver como un cliente utiliza al vendedor mareándole con números…