Ya son más de dos décadas dedicándome a la observación dentro de mi trabajo. Incluso he podido colaborar en diferentes cursos ayudando en la formación de entrenadores, principalmente hablando de la observación del juego, que se trata, a grandes rasgos, de analizar las diversas estrategias que se dan en un partido.
Resulta que después de tantos años me di cuenta que lo que más utilizo en mi trabajo, la observación, es un instrumento poderosísimo para vivir mejor. Claro, la vista, por ejemplo, es la primera fuente activa de información que podemos disponer, pero también el resto de sentidos nos ayudan y mucho para detectar gustos, peligros o solventar curiosidades…
Por otro lado, la evolución nos ha llevado a acondicionar herramientas y técnicas para recoger datos y no sólo bastarnos con ver y apreciar. En mi trabajo, cada día son más los programas que aparecen para ayudar dar un valor científico a la observación. En otro ámbito, por ejemplo, podemos contemplar que un vaso tiene más agua que otro… Y, además, hoy en día tenemos mecanismos de medición que nos marcarán exactamente la cantidad de agua, si así lo deseamos.
Pues resulta que uno de estos días, mientras esperábamos un grupo de padres y madres la salida de nuestros hijos del colegio, una de nosotros observó más que el resto. Mientras varias personas de ese grupo, entre las que me incluyo, sólo detectamos la parte superficial de una acción, una de ellas fue más allá y percibió la esencia de lo que estaba sucediendo.
Todos vimos pasar por delante nuestro y como cruzaba la calle sin mirar una persona mayor, poniendo en peligro su propia integridad y el tráfico, sus andares eran raros y aunque la vestimenta no era extravagante, no concordaba muy bien con el tipo de día que discurría. La impresión inicial fue que se trataba de un borracho… Y cada uno seguimos con nuestras conversaciones…
Parecía que todos seguíamos con la espera de nuestros hijos, sin embargo, una de las personas del grupo siguió observando a ese señor de comportamiento extraño, no lo dudó y fue a hablar con él. Se trataba de una persona en avanzada edad que estaba totalmente desorientado, perdido por completo y con dificultad de articular palabra. Una eficaz observación en pleno auge de vidas estresadas ayudó en ese instante a evitar una más que posible tragedia. Al cabo de unos minutos, dejamos en mano de la policía el devenir de esa persona.
Esta experiencia que acabo de narrar, va más allá de ayudar a alguien. Estamos hartos de ver imágenes de sucesos con poca solidaridad humana. Comentaba anteriormente del estrés, ese discurrir diario que llevamos, nos hemos impuesto un ritmo de vida tan frenético que nos ha convertido en seres agotados y que tal es así, que este cansancio nos nubla los hechos tan evidentes que tenemos delante nuestro.
Seguramente queremos ser buenos en nuestra profesión, mantenemos mucho la concentración durante la jornada laboral porque nos permite ser productivos y mantener a nuestros superiores contentos. Sin embargo, nos olvidamos que el día tiene más horas que las marcadas por el trabajo. Yo dedicándome a observar y no me di cuenta de un problema que estaba sucediendo a escasos metros.
Aunque parece demasiado tópico, muchos de nuestros problemas o soluciones se solventaría simplemente con observar. ¿Cuántas veces hemos dicho eso de “cómo no me he dado cuenta antes”?
En un partido lo tengo claro, la observación nos permite analizar las acciones y poder tantear soluciones para jugar mejor. El entrenador mira y acompaña a los jugadores para la búsqueda de recursos. En la vida, una contemplación adecuada nos puede ayudar a evitar males mayores. En el ámbito escolar, el bullying está muy presente y estoy muy convencido que en los pequeños detalles o por no dar importancia a acciones aparentemente insignificantes, se llegan poner en riesgo vidas jóvenes que día tras días sufren una intimidación.
Durante la preparación de este relato, explorando información apareció Alex Rovira. Le he escuchado hablar sobre la mirada y la observación relacionando ambas con la familia. Es posible que muchos padres hemos dejado pasar intereses altamente potentes de nuestros hijos por no estar atentos. Si observamos con detenimiento a nuestros hijos día tras día, posiblemente podamos ayudar o guiarles mejor para lo que verdaderamente están cualificados o ayudarles con algo que les está sucediendo. La percepción es una advertencia…
Cuenta Alex Rovira que Kenzaburo Oe, segundo premio Nobel japonés de literatura. En cierta ocasión, su mujer se quedó embarazada. El niño venía con el cerebro herniado, pero su mujer decía que ella quería alumbrar al niño aunque sabía que tras su nacimiento tendrían que seccionar parte del cerebro y eso podría generar muchos daños.
El niño nace y, por la intervención, queda con autismo, pierde mucho la visión, ataques de epilepsia, descontrol de esfínteres, dificultad para el movimiento… Sus padres, no renuncian en ningún momento a encontrar en ese niño al que los médicos dicen que es un vegetal, algún don o característica que le lleve a florecer.
Le observan durante muchos años y aparentemente nada, hasta que un día, el niño con seis años dice el nombre de un pájaro paseando por un parque, un pájaro que canta. Los padres se dan cuenta de que le fascina el canto de los pájaros. Le compran cintas con cantos de pájaro. Con el tiempo reconoce todos los pájaros solo por el canto. Deciden contratar a una profesora de música.
A los 11 años, llega un día la maestra a casa dispuesta a impartir una nueva clase y el niño le entrega una partitura mal escrita a mano con unas notas. Ella empieza a interpretar y se queda asombrada porque son estructuras muy asimilables a las composiciones más básicas de Mozart, el niño le dice a su maestra que lo ha compuesto él. Ella no da crédito y descubren que el niño tiene más composiciones…
Hoy, este niño es Hikari Oe, uno de los autores más vendidos de música clásica contemporánea, con más de 80.000 unidades vendidas en su primer disco.
LA PALOMA Y LA HORMIGA (Esopo)
“Había una vez una hormiga que, sedienta, se acercó a beber a un río. Sin embargo, una vez allí se vio arrastrada por la corriente. Estaba ahogándose cuando una paloma, que se encontraba posada en una rama de un árbol cercano, observó la escena y acudió rauda a salvarla.
Tras ponerla a salvo, la hormiga agradecida le prometió que algún día le devolvería el favor si podía a pesar de su diminuto tamaño.
Pasó el tiempo y un día un cazador llegó a la zona. Viendo a la paloma posada, aprestó su arma y se preparó para cazarla.
Sin embargo, la hormiga, que se hallaba cerca, vio la escena y acudió a rauda a cumplir su promesa. La hormiga picó en el talón al cazador, el cual ante el dolor soltó su arma. La paloma aprovechó la oportunidad para salir huyendo volando, salvando su vida”.
Esta fábula es una muestra de la importancia de la generosidad y como toda buena acción tiene al final su recompensa.
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