El éxito es muy personal, para nada debemos guiarnos por intereses universales o sociales. A mí gusta hablar de mini éxitos, que son esos logros que a nivel personal o familiar son muy grandiosos para uno mismo, y no necesariamente, debe ser visible para el resto de personas o comunidades.

Durante el trascurso de la vida suceden muchas cosas, algunas las dejamos en el olvido y otras se mantienen intactas en nuestros recuerdos. Hoy quiero compartir con vosotros un texto corto de Paulo Coelho, lo he extraído de su libro “Ser como el río que fluye”. En este libro hay un montón de grandes historias contadas por el escritor, pero para el día de hoy, en un momento en el que la sociedad en general vuelve a ver la luz, aun estando todavía en pandemia, me he decido por presentaros este manual que vais a leer a continuación, puede dotaros de esa visión que muchas veces nos falta para salir adelante o para ver que no es tan complicado llegar a dónde queremos.

 

 

Manual para subir montañas

  1. Escoge la montaña que deseas subir: no te dejes llevar por los comentarios de los demás, que dicen “esa es más bonita”, o “aquella es más fácil”. Vas a gastar mucha energí­a y entusiasmo en alcanzar tu objetivo, y por lo tanto eres tú el único responsable y debes estar seguro de lo que estás haciendo.
  2. Sabe como llegar frente a ella: muchas veces, vemos la montaña de lejos, hermosa, interesante, llena de desafí­os. Pero cuando intentamos acercarnos, ¿Qué ocurre? Que está rodeada de carreteras, que entre tú y tu meta se interponen bosques, que lo que parece claro en el mapa es difí­cil en la vida real. Por ello, intenta todos los caminos, todas las sendas, hasta que por fin un dí­a te encuentres frente a la cima que pretendes alcanzar.
  3. Aprende de quien ya caminó por allí­: por más que te consideres único, siempre habrá alguien que tuvo el mismo sueño antes que tú, y dejó marcas que te pueden facilitar el recorrido; lugares donde colocar la cuerda, picadas, ramas quebradas para facilitar la marcha. La caminata es tuya, la responsabilidad también, per no olvides que la experiencia ajena ayuda mucho.
  4. Los peligros, vistos de cerca, se pueden controlar: cuando empieces a subir la montaña de tus sueños, presta atención a lo que te rodea. Hay despeñaderos, claro. Hay hendiduras casi imperceptibles. Hay piedras tan pulidas por las tormentas que se vuelven resbaladizas como el hielo. Pero si sabes dónde pones el pie, te darás cuenta de los peligros y sabrás evitarlos.
  5. El paisaje cambia, así­ que aprovéchalo: claro que hay que tener un objetivo en mente: llegar a lo alto. Pero a medida que se va subiendo, se pueden ver más cosas, y no cuesta nada detenerse de vez en cuando y disfrutar un poco del panorama de alrededor. A cada metro conquistado, puedes ver un poco más lejos; aprovecha eso para descubrir cosas de las que hasta ahora no te habías dado cuenta.
  6. Respeta tu cuerpo: sólo consigue subir una montaña aquél que presta a su cuerpo la atención que merece. Tú tienes todo el tiempo que te da la vida, así­ que, al caminar, no te exijas más de lo que puedas dar. Si vas demasiado deprisa, te cansarás y abandonarás a la mitad. Si lo haces demasiado despacio, caerá la noche y estarás perdido. Aprovecha el paisaje, disfruta del agua fresca de los manantiales y de los frutos que la naturaleza generosamente te ofrece, pero sigue caminando.
  7. Respeta tu alma: no te repitas todo el rato “voy a conseguirlo”. Tu alma ya lo sabe. Lo que ella necesita es usar la larga caminata para poder crecer, extenderse por el horizonte, alcanzar el cielo. De nada sirve una obsesión para la búsqueda de un objetivo, y además termina por echar a perder la escalada. Pero atención, tampoco te repitas “es más difí­cil de lo que pensaba”, pues eso te hará perder la fuerza interior.
  8. Prepárate para caminar un kilómetro más: el recorrido hasta la cima de la montaña es siempre mayor de lo que pensabas. No te engañes, ha de llegar el momento en que aquello que parecí­a cercano está aún muy lejos. Pero como estás dispuesto a llegar hasta allí­, eso no ha de ser un problema.
  9. Alégrate cuando llegues a la cumbre: llora, bate palmas, grita a los cuatro vientos que lo has conseguido, deja que el viento allá en lo alto (porque allá en la cima siempre hace viento) purifique tu mente, refresca tus pies sudados y cansados, abre los ojos, limpia el polvo de tu corazón. Piensa que lo que antes era apenas un sueño, una visión lejana, es ahora parte de tu vida. Lo conseguiste.
  10. Haz una promesa: aprovechas que has descubierto una fuerza que ni siquiera conocí­as, y dite a ti mismo que a partir de ahora, y durante el resto de tus dí­as, la vas utilizar. Y, si es posible, promete también descubrir otra montaña, y parte en una nueva aventura.
  11. Cuenta tu historia: sí­, cuenta tu historia. Ofrece tu ejemplo. Di a todos que es posible, y así­ otras personas sentirán el valor para enfrentarse a sus propias montañas.