Empieza otra semana y que oportuno escuchar en la radio algo que me conecta con mis valores. Se trata de un programa de radio en el que dan entrada a gente para expresar experiencias o anécdotas sobre un tema que han decidido para ese día.

Una de las personas que entra en directo habla de su actual momento y lo define como esfuerzo… ¡Qué gran alegría escuchar esta palabra! Y es que considero fundamental que esta palabra este relacionada con nuestras rutinas diarias y ahora entraré a explicar el por qué.

He realizado varias formaciones para entrenadores y siempre que puedo saco esta idea y el deporte es un buen ejemplo para entenderlo. Un entrenador exige a su jugador una serie de cosas, entre ellas el esfuerzo está muy presente. Es posible que si un jugador no logra esforzarse lo suficiente tendrá serios problemas para seguir la línea del coach y, por consiguiente, aunque tenga mucho talento, el jugador tampoco conseguirá tener los resultados positivos esperados en la competición. En definitiva, sin esfuerzo no va a mejorar.

En la vida pasa lo mismo. Las cosas que más orgullosos estamos de conseguirlas están íntimamente ligadas al esfuerzo. Piensa un momento y verás lo satisfecho que te sientes por haber conseguido algo mediante el esfuerzo.

Ahora viene la aclaración principal de esta lectura, la delgada tan fina que separa el esfuerzo del sacrificio.

Si buscamos la definición de sacrificio, una de las explicaciones incluye dar muerte a un ser humano o a un animal, aunque en tiempos antiguos podía estar bien visto, así de primeras la connotación que nos trae el sacrificio es negativa. Si seguimos leyendo las descripciones de la RAE sobre el significado de sacrificio nos encontramos con esta otra aclaración: Acción a que alguien se sujeta con gran repugnancia por consideraciones que a ello le mueven, y añadiré una nueva más que expone la RAE: Peligro o trabajo graves a que se somete una persona.

Llego a esto para deciros que la vida no puede ser un sacrificio, las definiciones que antes hemos leído son lo suficientemente claras como para pensar que cualquier “trabajo” que hagamos suponga un sacrificio, estaremos apartando algo de nuestro ser que nos impide corresponder con nuestros valores o simplemente con nuestros ideales básicos de vida que tengamos.

Vamos a investigar ahora sobre el significado del esfuerzo. De las varias definiciones que hay voy a presentaros dos, una es: Ánimo, vigor, brío, valor. Me parece muy poderosa para llevarla a la práctica sea cual sea nuestro trabajo o vida. La otra explicación que me ha gustado es: Empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades. Esta última es de vital importancia en el deporte, cada semana tenemos varios equipos con los que tenemos que competir y buscar la victoria. Y si es de vital importancia para el deporte, ni que decir tiene para la vida, para superar con creces cada día y sentirnos líderes de nuestro comportamiento.

 

“Cuando lo hacemos lo mejor que podemos, nunca sabemos qué milagro se obrará en nuestra vida o en la vida de otro” 

(Helen Keller)

 

Es posible que si actuamos en la vida desde el sacrifico, estemos cansados la mayor parte de nuestro tiempo. El esfuerzo es necesario para la vida, exigirnos cada día no debería nunca hacernos cruzar la línea y convertirlo en sacrificio porque lo único que estaremos haciendo es dañar a nuestra salud y la vida perdona muchas cosas… Pero también guarda las atrocidades y barbaridades en algún lugar y que de vez en cuando salen a relucir en forma de enfermad, dolor de cabeza, ansiedad, depresión, lesiones…

 

 

EL SEMBRADOR DE DÁTILES (Jorge Bucay)

En un oasis escondido en lo más lejano del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un lado de algunas palmeras datileras.

Su vecino Hakim, un acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a observar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena.

– ¿Qué tal, anciano! ¡La paz sea contigo!

– ¡Y también contigo! – contestó Eliahu sin dejar su tarea.

– ¿Qué haces aquí, con esta temperatura y esa pala en las manos?

– Siembro- contestó el viejo.

– ¿Qué siembras Eliahu?

– Dátiles- respondió amablemente Eliahu, mientras señalaba a su lado el palmar.

– ¿Dátiles? – replicó el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha comprensivamente la mayor estupidez. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.

– No, debo terminar la siembra. Luego, si quieres, beberemos…

– Dime amigo, ¿cuántos años tienes?

– No lo sé… setenta, ochenta, no sé… lo he olvidado. Pero eso ¿qué importa?

– Mira amigo, las datileras tardan más de cincuenta años en crecer y sólo después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los cien años, pero tú sabes que difícilmente puedes llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. ¡Deja eso y ven conmigo!

– Mira Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró; otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto… Y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

– ¡Me has dado una gran lección, Eliahu! Deja que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste. Y diciendo esto, Hakim puso en la mano del viejo una bolsa de cuero.

– Te agradezco tus monedas amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembraba. Parecía cierto, y sin embargo mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.

– ¡Tu sabiduría me asombra, anciano! Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizá más importante que la primera. ¡Deja pues que pague también esta lección con una bolsa de monedas!

– Y a veces pasa esto- prosiguió el anciano- y estiró la mano mirando las dos bolsas de monedas. Sembré para no cosechar y antes de terminar de sembrar ya coseché no una, sino dos veces.

– Ya basta, viejo. No sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas, tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte.