Hace algún tiempo una persona me dijo que cuando tenemos dos opciones para escoger no se trata de una elección sino de un dilema. La explicación seguía por encontrar al menos tres diferentes opciones para convertir cada decisión en una elección de verdad. Con todo el tiempo que ya ha trascurrido de aquello, estoy mucho más convencido de ello.

Poder elegir es precioso. Si ponemos de ejemplo ir a comer un menú en un restaurante, nos encontramos que, en muchos, hay más de tres platos de primero, de segundo y de postre. Esto es una auténtica gozada, el problema sería si sólo podemos escoger entre dos platos. ¡Esto sí que es un verdadero dilema!

Ahora que estamos en la época deportiva con más partidos importantes y finales, se dan muchas situaciones en las que entrenadores y jugadores deben resolver diferentes problemas que van surgiendo a medida se van cumpliendo los minutos de juego. Llevar la iniciativa te permite seleccionar lo que más te conviene o te apetece, sin embargo, si tu equipo no se encuentra con buenas sensaciones en el partido o el resultado es adverso, la mayoría de las veces las repuestas a aclarar son un dilema.

Recuerdo en un partido de vital importancia entre dos grandes equipos que, a falta de siete segundos, el equipo ganador, tan sólo con un punto de ventaja, se encontraba ante una situación de dilema. Comparándolo con la explicación anterior entre elección o dilema, el equipo que iba ganando sus opciones eran defender o hacer falta, no podía disponer de una tercera, pues ya no disponía de tiempos muertos para preparar un hipotético nuevo ataque.

Por el contrario, el equipo de estaba un punto por abajo, tenía más opciones, pues una vez que dispuso tener la posesión del balón pudo: pedir tiempo muerto, preparar un ataque y elegir tipo de jugada. Llegar siempre a disponer de opciones es complicado, pero lo que veo a través de tantos entrenamientos y preparación de partidos es que el objetivo final es tener muchos recursos, muchas opciones…

Todo esto se consigue entrenando, entrénate para la vida como titula un libro Patricia Ramírez o estar preparado es media victoria como decía Miguel de Cervantes… Imagínate, ahora, ante una oportunidad y no estar preparado…

¿Cuántas situaciones parecidas nos hemos encontrado en la vida? Es cierto que muchas veces nos son decisiones transcendentes, sin embargo que pueden mejorar nuestro nivel de vida y ser más felices.

 

“Más vale estar preparado y no tener una oportunidad,

que tenerla y no estar preparado”

Es ahora, cuando recuerdo una pregunta muy recurrente en el coaching: ¿Con qué recursos cuentas?

Lanzando esta pregunta, el coach quiere forzar a su cliente a examinar con profundidad todas las opciones reales o no que para sacar airoso una situación adversa. Digo reales o no porque en muchos casos hay opciones que a priori son complejas, pero existen, por ejemplo, que te toque la lotería.

Pues esto es lo que hacemos los entrenadores, ir preparando al equipo durante la temporada dándole cada día más recursos, para que en los partidos importantes podamos tener más opciones de elegir y no de solucionar dilemas.

 

EL DILEMA DEL TRANVÍA

Philippa Foot (1920-2010), filósofa británica, especialmente conocida por ser una de las fundadoras de la ética de la virtud contemporánea e intentar modernizar la ética aristotélica, en uno de sus trabajos presenta al mundo diferentes modelos de dilema.

Uno de ellos trata un tranvía que se desplazaba a alta velocidad sin frenos hacia un grupo de cinco trabajadores que se encontraban en la vía. La situación prosigue con nosotros de observadores al borde de la vía, pero demasiado lejos como para avisar con tiempo a los trabajadores del peligro. No obstante, junto a nosotros hay una palanca que al moverla podemos cambiar el rumbo del tren a una segunda línea… Una en la que se encontraba un solo trabajador.

La pregunta que propone esta filósofa y que tanta polémica ha causado desde hace años es: ¿Qué deberíamos hacer en esa situación?

No mover nada implicaría dejar morir a cinco. Usar la palanca condenaría a una vida, que inicialmente no corría peligro, pero salvaría otras cinco.

¿Priva la cantidad de vidas salvadas sobre el derecho a la vida en sí? ¿Tenemos derecho a tomar una decisión como esa? ¿Sería correcto alejarse de la situación sin hacer nada?

Tal ha sido el efecto de este dilema que con el paso de los años ha recibido modificaciones, sin que las incógnitas queden resueltas. que ni el propio dilema ha logrado mantenerse intacto y, con el paso de los años ha cambiado y recibido modificaciones.

Aunque las variantes son mínimas, se muestra cómo el comportamiento humano puede cambiar en distintas situaciones solo por detalles.

En tranvía sin frenos y conductor se dirige a toda velocidad al grupo de cinco trabajadores que se encuentran en la vía. Esta vez, no hay desviaciones. De hecho, en esta versión no nos encontramos al borde del camino, estamos sobre un puente bajo el cual debe pasar el tranvía para llegar a los trabajadores.

En esta ocasión, somos expertos en trenes y sabemos que solo un obstáculo podrá evitar que este impacte contra los trabajadores. Nosotros no tenemos la masa corporal suficiente, pero el hombre gordo que está a nuestro lado sí. ¿Lo empujaríamos del puente para salvar a los trabajadores?

En las respuestas que se han ido dando, por un lado, en el dilema original mucha gente no “teme” girar la palanca, sin embargo, en el segundo, la respuesta más común es la de no tirar a una persona para salvar a cinco.

Quizás las situaciones anteriores parece que son complicadas de dar, pero en la reciente pandemia, el personal sanitario se ha visto en más de una ocasión con el gran dilema de decidir quién muere o no.

Aprender a tomar decisiones es una habilidad tan necesaria como compleja que implica activar muchos aprendizajes.