Esta semana he tenido, de nuevo, la suerte de conocer a una persona de las que merece la pena. Circunstancias de la vida y de los contactos comunes hicieron posible este encuentro. Con un café de por medio un entrenador de baloncesto y un director de cine compartiendo una charla con mucho telón de fondo.

Por otro lado, el baloncesto y el cine tienen muchas más cosas comunes de las que pensamos. Jugadores y actores toman el papel principal, lo que todo el mundo ve, sin embargo, para que todo llegue a su ejecución están esos trabajadores en la sombra que hacen posible que funcione cada escena, cada acción del juego: Ayudantes de cámara, ayudantes de entrenador…

Y la conversación se vuelve mucho más que interesante cuando aparecen los valores a escena. “Ganar a cualquier precio” pierde la esencia del deporte… Y del cine. Y ahora, voy a hablar de lo que más entiendo: El deporte puede ser una herramienta muy poderosa para educar en valores. Convertirse en una estrella del baloncesto, o del cine, es muy complicado. Llegan muy pocos según la proporción. Sin embargo, el transcurso de la vida trata de ser buena persona, eso que queremos todos los padres para nuestros hijos. Mi nuevo amigo y yo lo teníamos muy claro: Ser buena persona por delante de ser un buen profesional… Y el trabajo debería ayudar para cumplimentar esta parte.

 

Y… ¿La lealtad?

Siguiendo con un símil cinematográfico, salió a escena la lealtad. Posiblemente un valor al que solemos ser infiel muy de vez en cuando. Muchos grandes profesionales de determinados sectores tienen a la lealtad como principal enemigo.

La forma de vestir juzga, tus ideales te pueden cerrar opciones, la manera de vivir la familia te limita las opciones de ser admitido con más fuerza en los diferentes núcleos sociales. Mucha gente opta por faltar a su valor más sano: La lealtad.

Hay momentos que muchos grandes profesionales necesitan cambiar de ciudad o de país para sentirse reconocidos. Sin fallar a este valor tan firme, lo que realmente buscan es ser quienes son en otro lugar. Nada reprochable, es más, se trataría de un mérito grandísimo y, posiblemente, de ejemplo para otros.

El problema es la doble vida profesional que llevan varios trabajadores hoy en día. Pasamos tantas horas trabajando que seres humanos aparentemente buenos, son tan infieles a sus valores que se convierten en personas poco confiables para la vida ordinaria, para la que hemos venido realmente.

¿Qué entendemos por lealtad?

Lealtad es el carácter de una persona que expresa un sentimiento de respeto y fidelidad hacia otro ser humano o hacia un compromiso. En definitiva, una persona que profesa principios morales.

Podemos hablar de que una persona leal es fiel. Se trata, pues, de identificarlas de acuerdo con sus acciones o comportamiento. Es decir, una persona leal se caracteriza por ser dedicada, inclusive cuando las circunstancias le son adversas.

Sinónimos como nobleza, rectitud, honradez y honestidad nos ayudan a entender mejor este valor que hoy trato de compartir con todos vosotros. Dicen de la lealtad de los perros hacia el ser humano. Los perros desean pertenecer a un grupo y no les importa si estos están compuestos por animales o humanos. Algunos adiestradores caninos sostienen que la lealtad de los perros surge del comportamiento de la manada y de su necesidad de tener un vínculo con un grupo. Antes de ser animales domesticados, los perros tenían alianzas con otros miembros de la manada para garantizar su supervivencia y relacionarse.

Lealtad, un valor tan endeble en los tiempos que nos está tocando vivir y que podría ser el gran generador de buenas vibraciones, del reconocimiento de roles y de respetar, por encima de todo, a la persona. Porque ser persona es a lo hemos venido a este mundo.