Construir al jugador total es siempre el sueño de todo entrenador. En ese camino hay un tipo de jugador que gusta mucho al coach de baloncesto: aquellos jugadores que son capaces de trabajar por y para el equipo. No aparecerán en los grandes apartados estadísticos y sin embargo realizan un trabajo en la sombra muy valioso para el equipo.

A través de mis años de experiencia en el deporte profesional y analizando la reflexión anterior he podido comprobar como los ladrones de tiempo son un gran lastre para cualquier equipo.

Y sí, cuando hablo de equipos, también hablo de la empresa.

En la cancha de juego, nuestro principal objetivo es ganar el partido. En la empresa, esto se traduce en ser productivo y hacer el máximo con los mínimos recursos posibles. Y uno de los principales recursos con los que contamos es el tiempo.

Hablo de la empresa y en este artículo no podemos obviar nuestros actos rutinarios en la vida: con nuestros amigos, familia o hobbies… En definitiva, respetar al máximo nuestro tiempo.

Entonces, ¿Cómo puedes traducir la optimización del tiempo en tus resultados? En este artículo te cuento cómo empezar a hacerlo, comenzando por disminuir los ladrones de tiempo.           

     

                                                                                                                                     

No es tanto el cuánto, sino el cómo te esfuerzas

 

Como te decía, en el deporte profesional lo más importante es ganar. De hecho, cada detalle está milimétricamente pensado para conseguir este objetivo: desde el entrenamiento a cada partido, todo está más que pensado y examinado.

En la empresa, el día a día es un partido. Un partido en el que buscamos conseguir los mejores resultados, intentando que todos den lo mejor de sí mismos.

Por ello, a mí me gusta pensar que no es tanto el cuánto, sino el cómo te esfuerzas.

Los entrenadores adoramos a aquellos jugadores que se preocupan por mejorar, por intentar pulir su forma de hacer las cosas… Dar el 100% cada día es un tesoro. Y tú, como líder, deberías tener esto siempre presente e incentivar a tu equipo a que caminen bajo esta filosofía.

Sin embargo, hay ocasiones en las que por más que tu equipo echa horas, trabajando incluso fuera de horario, no se ven los resultados.

Si esto resuena contigo, puede que los ladrones de tiempo tengan parte de responsabilidad.

Algunos de estos ladrones vienen de estímulos externos, y otros son internos, pero siempre, siempre, podemos tener la capacidad de controlarlos.

Los ladrones de tiempo externos más frecuentes son las interrupciones, las urgencias y las reuniones mal optimizadas.

Para que te hagas una idea, cada vez que como equipo técnico nos reunimos con los jugadores, tenemos los matices que queremos transmitir previamente pensados y vamos directamente al grano: no comenzamos a divagar con ideas que van y vienen.

En una temporada jugamos muchos partidos y debemos viajar mucho, lo cual se traduce en muchas horas en aviones o autobuses y es muy necesario que no palpemos la sensación de tiempo perdido.

Por otra parte, los ladrones de tiempo internos que más se suelen dar son los problemas de comunicación, el no saber decir “no” ni delegar, y la falta de organización (que a su vez lleva a la procrastinación y el aplazamiento de decisiones).

Tu equipo debería saber en todo momento cuáles son las prioridades, en qué momento han de hacerse y qué cosas es mejor dejar para más adelante (o incluso delegarlas o desecharlas).

El ejemplo más claro sería que cada vez que comenzamos un entrenamiento o partido, dedicamos unos minutos a hacer un repaso de los objetivos, las normas que nos van a regir y la forma en la que vamos a maximizar nuestras fortalezas (haciendo, siempre que sea posible, que las fortalezas del próximo rival se minimicen).

Esto nos ahorra una gran cantidad de tiempo que de no hacerlo así perderíamos… Y dejaríamos de ser productivos.

Tú también puedes llevarte estas ideas a tu plan de vida, empresa o negocio y empezar a implementar un programa de optimización de tiempo:

  1. Optimizando las reuniones planteándolas con una estructura, un contenido estratégico y a poder ser, que finalicen con un resumen de las ideas que han de llevarse cada persona implicada.
  2. Transmitiendo al equipo las prioridades para poder gestionar las urgencias e interrupciones. Si tienen lo que es importante HOY claro, se evitarán muchos minutos invertidos en temas banales.
  3. Facilitando la tarea de la organización a tu equipo para que no pierdan demasiado tiempo y energía en decidir cuál es la tarea que harán. Transmite siempre la diferencia entre lo importante y lo urgente.
  4. Y, por último, practicad las habilidades de comunicación. Ser claro y específico ahorra muchísimo tiempo, así como la escucha activa y la confianza de consultar cualquier duda en ese mismo momento.

Para terminar, no quiero despedirme sin recomendarte hacer una pequeña reflexión sobre los ladrones de tiempo que os afectan en el día a día, tanto de forma conjunta como de manera individual.

Espero que esta lectura te ayude a centrarte no tanto en el cuánto, si no en el cómo.

 

La metáfora de las piedras

Un experto en gestión de empresas quiso sorprender a los participantes de su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:

– ¿Cuántas piedras piensan que caben en el frasco?

Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco.

Luego preguntó:

– ¿Está lleno?

Todo el mundo lo miró y asintió.

Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes.

El experto sonrió con ironía y repitió:

– ¿Está lleno?

Esta vez los oyentes dudaron:

– Tal vez no.

– ¡Bien!

Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.

– ¿Está bien lleno? preguntó de nuevo.

– ¡No!, exclamaron los asistentes.

Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.

-Bueno, ¿Qué hemos demostrado?, preguntó.

Un alumno respondió:

– Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas.

– ¡No!, concluyó el experto: Lo que esta lección nos enseña es que, si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después.