Leía recientemente un estudio que los hinchas de un equipo sienten más satisfacción por el fallo de un gol del rival que cuando su equipo marca uno. El deporte no puede con la envidia…

La Real Academia define, inicialmente a la envidia, como “tristeza o pesar del bien ajeno” y en una segunda acepción como “deseo de algo que no se posee”. Pensando en este concepto la envida está muy presente en el juego. El fallo muestra, un poco, como somos. Alegrarse por los errores del rival son considerados aceptables… En otros casos, para que un jugador pueda participar en el partido, debe esperar a que su propio compañero cometa varios fallos y, así, abandonar el terreno de juego para que entre otro en su lugar.

Además, el sentimiento de injusticia, frecuentemente, se presenta en la práctica deportiva. Por ejemplo, podemos comprobar como en el gimnasio se respira la envidia. No sólo nos apuntamos a gimnasios buscando mejorar la salud y, sino, porque en realidad queremos acercarnos a un cuerpo más aceptado por la sociedad. Esto último nos lleva mirar al resto de personas deseando tener su cuerpo o su habilidad para hacer ciertos ejercicios. Igualmente, hay otras personas que no intentarán nada, pues se dicen para ellas mismas frases como “es que su genética es mejor…”, mostrando, de esta forma a lo que nos deriva la envidia: una percepción de inferioridad de uno mismo.

La envidia en el deporte parece que fomenta una mayor motivación, sin embargo, muchas veces, más bien, desde un plano egoísta. Si la comparación está muy visible en la vida, en el deporte ya es un factor diferencial. Entre los grandes reclutadores de talento deportivo, la comparación forma parte de su herramienta de trabajo.

Y es que, en la comparación nace la envida. Un término tan destructivo como devastador y atiborra a la sociedad de falta de empatía. El deporte tiene muchos valores, como pasatiempo es algo grande lo que puede ejercer el ejercicio físico, el deporte es jugar y jugar entretiene y nos hace superarnos… Y es aquí, donde una vez más empieza la envidia.

 

 

¿Qué nos diferencia a los seres humanos de los animales?  (Jorge Bucay)

En lo referente a adaptarnos al cambio, todos los seres vivos tienen esta capacidad adaptativa.

La vida consiste para los seres vivos, en ser capaces de adaptarnos a la realidad del afuera.

Pero los seres humanos tenemos una condición adicional.

Los seres humanos somos capaces también de adaptar la realidad a nuestra necesidad.

No sólo nos adaptamos nosotros al medio, sino que también podemos adaptar el medio a nuestro recurso.

Esta capacidad activa se ve reflejada en todos los avances técnicos de la humanidad.

Podemos oscurecer nuestra piel cuando hay mucho sol, pero también podemos plantar un árbol que nos de sombra, es decir modificar la realidad para nuestra ventaja.

Estas dos capacidades adaptarse y adaptar están dentro de nuestra humanidad, pero ¿Hasta qué punto es conveniente buscar adaptar todo lo externo sin adaptarnos nosotros, es decir sin hacer el cambio interno?

Y… ¿Hasta qué punto cambiar siempre yo sin modificar el afuera?

Quizás, habría que hacer una mezcla de estas dos capacidades.

Esta idea de dibujar el mundo todas las mañanas y salir a cambiarlo no suele ser el mejor camino.

El mejor camino es estar dispuesto a adaptarse a lo que la realidad impone adaptando la realidad a nuestra propia necesidad.

Compartir con la realidad este juego del cambio que hace que la vida valga la pena.

Únicamente encontramos aquello que buscamos.

Tú podrás ver aquello para lo que tienes ojos.

Si en ti está el mal y buscas encontrar a la gente dañina, el mal lo encontraras alrededor tuyo.

Pero si puedes aprender a confiar en los demás sin que los demás confíen en ti, lo bueno vendrá a ti y esa será la gente con la que te rodees.

Estar con buena gente hace que seas cada vez mejor persona.