Repasando experiencias de la temporada me he dado cuenta de una obviedad: el engaño forma parte de la victoria. Sí, ya sé que siempre nos han inculcado que no debemos mentir, que hay que ser honrado y buena persona, sin embargo, para ganar un partido tenemos que recurrir a realizar ciertas trampas que nos permitan salir victoriosos.

¡Ya no tengo marcha atrás! Después de este inicio de artículo no me queda otra que intentar explicarme…

Mentir es humano, lo hacemos con mucha facilidad. Unas veces para poner excusas, otras para dar una imagen falsa, también lo hacemos para ocultar ciertos detalles… Así que la mentira no se escapa de nuestra rutina, cada noche podemos anotar cuántas veces no hemos dicho la verdad.

Siguiendo con la explicación no podemos olvidarnos de todos los mentirosos hábiles que ha dado y sigue dando la historia. En la mente de todos seguramente nos vengan políticos o ciertos personajes famosos. Y todos ellos, populares gracias por faltar a la honestidad.

 

“La mentira es la forma más simple de autodefensa”

Susan Sontag.

 

Conseguir el éxito, ser aprobado en una comunidad o en una empresa está relacionado con la mentira. ¡Claro! También los hay honestos y trabajadores fieles, pero pensemos bien en el cargo y posiblemente podamos admitir un porcentaje de mentiras en función del puesto que ocupa cada trabajador.

Bien es cierto que el engaño durante un partido de baloncesto o de fútbol no tiene la alarmante falta de honestidad de ciertas mentiras que podemos sufrir en la vida. Es más, el deporte trata de inculcar valores poderosos para la vida. Sin embargo, de una forma deportiva usamos ciertos trucos para conseguir la victoria y esto es lo que deberíamos copiar para la vida.

Usar trucos en la vida lo definiría como tener las herramientas necesarias para salir airosos de cada aventura diaria y, además, no dejar de aprender y mejorar. Mentimos para protegernos, para adaptarnos, para quedar bien, para ganar tiempo, para evitar ofender… No parece que sea tan malo visto así, lo que hace que sea perjudicial es la mala fe que pueda ir detrás. Si con el lenguaje surgió la mentira, propongo que el deporte nos ayude a saber utilizar correctamente el engaño.

Decía Gandhi que no hay que apagar la luz del otro para lograr que brille la nuestra, por lo tanto, aprendamos a usar fintas, regates habilidosos y amagos oportunos tal y como hacen los grandes deportistas para ganar. Vamos a evitar mentir para dañar, dejar mal a otra persona por saciar nuestro propio ego, porque, cuidado, cuando las mentiras son para no asumir responsabilidades estamos en el camino de tener beneficios a corto plazo, no dejando nada para el futuro…

“Pan para hoy y hambre para mañana”

 

 

PEDRO Y EL LOBO

Adaptación de la fábula de Esopo

Érase una vez un joven pastor llamado Pedro que se pasaba el día con sus ovejas. Cada mañana muy temprano las sacaba al aire libre para que pastaran y corretearan por el campo. Mientras los animales disfrutaban a sus anchas, Pedro se sentaba en una roca y las vigilaba muy atento para que ninguna se extraviara.

Un día, justo antes del atardecer, estaba muy aburrido y se le ocurrió una idea para divertirse un poco: gastar una broma a sus vecinos. Subió a una pequeña colina que estaba a unos metros de donde se encontraba el ganado y comenzó a gritar:

– ¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo, ayuda por favor!

Los habitantes de la aldea se sobresaltaron al oír esos gritos tan estremecedores y salieron corriendo en ayuda de Pedro. Cuando llegaron junto a él, encontraron al chico riéndose a carcajadas.

– ¡Jajaja! ¡Os he engañado a todos! ¡No hay ningún lobo!

Los aldeanos, enfadados, se dieron media vuelta y regresaron a la aldea.

Al día siguiente, Pedro regresó con sus ovejas al campo. Empezó a aburrirse sin nada que hacer más que mirar la hierba y las nubes ¡Qué largos se le hacían los días! … Decidió que sería divertido repetir la broma de la otra tarde.

Subió a la misma colina y cuando estaba en lo más alto, comenzó a gritar:

– ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Necesito ayuda! ¡He visto un enorme lobo atemorizando a mis ovejas!

Pedro gritaba tanto que su voz se oía en todo el valle. Un grupo de hombres se reunió en la plaza del pueblo y se organizó rápidamente para acudir en ayuda del joven. Todos juntos se pusieron en marcha y enseguida vieron al pastor, pero el lobo no estaba por ninguna parte. Al acercarse, sorprendieron al joven riéndose a mandíbula batiente.

– ¡Jajaja! ¡Me parto de risa! ¡Os he vuelto a engañar, pardillos! ¡jajaja!

Los hombres, realmente indignados, regresaron a sus casas. No entendían cómo alguien podía gastar unas bromas tan pesadas y de tan mal gusto.

El verano llegaba a su fin y Pedro seguía, día tras día, acompañando a sus ovejas al campo. Las jornadas pasaban lentas y necesitaba entretenerse con algo que no fuera oír balidos.

Una tarde, entre bostezo y bostezo, escuchó un gruñido detrás de los árboles. Se frotó los ojos y vio un sigiloso lobo que se acercaba a sus animales. Asustadísimo, salió pitando hacia lo alto de la colina y comenzó a chillar como un loco:

– ¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Ayúdenme! ¡Ha venido el lobo!

Como siempre, los aldeanos escucharon los alaridos de Pedro, pero creyendo que se trataba de otra mentira del chico, siguieron con sus faenas y no le hicieron ni caso. Pedro seguía gritando desesperado, pero nadie acudió en su ayuda. El lobo se comió a tres de sus ovejas sin que él pudiera hacer nada por evitarlo.

Y así fue cómo el joven pastor se dio cuenta del error que había cometido burlándose de sus vecinos. Aprendió la lección y nunca más volvió a mentir ni a tomarle el pelo a nadie.