“¡Hola Nacho! ¿Qué tal va esa vuelta? Ya sabes, yo te llamo para lo de siempre… Por cierto, el otro día pase tu contacto, tampoco te hagas ilusiones, pero estate atento por si te llaman.”

Así empezaba una llamada que hice la semana pasada.

La respuesta de Nacho se quedó en mi cabeza: “No te preocupes las ilusiones están reñidas con los negocios”, me mostré interesado y escuché atentamente su explicación y me argumentó que, para vender el proceso, la mayoría de veces, es muy largo y que hay que mantenerse cauto para no caer en desilusiones que te desanimen y disminuyan la motivación para seguir trabajando.

 

La RAE define la ilusión de las siguientes formas:

  1. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.
  2. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo.
  3. Viva complacencia en una persona, una cosa, una tarea, etc.
  4. Retórica. Ironía viva y picante.

 

Ilusionarse, por tanto y como reflexión personal, es hacernos una trampa a nosotros mismos, un truco para mantener vivo un proceso vital. Es cierto que los procedimientos son siempre más excitantes… Las previas se disfrutan mucho más que el propio final. Así somos los seres humanos, insatisfechos e inconformistas con los detalles más simples y más palpables.

Por ejemplo, a la hora de elegir unas vacaciones, disfrutamos muchísimo con los preparativos previos y, sin embargo, no llegamos a saborear del todo la estancia en sí misma. Lo mismo cuando soñamos con tener un nuevo coche, después de la compra, aunque agradezcamos tener el coche anhelado, pronto llegarán otros deseos. Vivir con ilusión, nos habita de grandes momentos.

En la composición de un equipo de baloncesto se generan muchas ilusiones, en la pretemporada la satisfacción con el equipo suele ser alta, entre otros motivos, porque todos pensamos disponer de jugadores únicos, muy especialistas, capaces de poder hacer lo que el entrenador les pida. Los comienzos son es el momento de trabajar con ilusión… Y es que la ilusión es el motor que hace que nos movamos con más actitud.

Claro, según avanza el calendario llegan las decepciones y los desencantos. Dice el refranero español que “quien vive de ilusiones, de desengaños muere”. No todo es como inicialmente pensábamos. No por eso tenemos que rendirnos cuando llegan los primeros disgustos, recuerda que la ilusión es una mentira que nos contamos a nosotros mismos, así que mantente despierto para no perder energía, al fin y al cabo, no tardaremos en ilusionarnos de nuevo, sólo necesitamos fabricar un nuevo proyecto, analizar una nueva situación. En el deporte, después de cada derrota (desilusión) tenemos una nueva opción de mejorar con los entrenamientos previos al próximo partido (ilusión).

Siguiendo con una anécdota, recuerdo como un amigo me comentaba no hace mucho tiempo, que tras tres años trabajando en una negociación de especial importancia para la empresa, todo se vino al traste por un cambio casual del directivo principal. La ilusión nos acerca y nos aleja de nuestros proyectos a partes iguales.

¿Qué puedes hacer al respecto? El negocio que tengas entre manos, tu producto o simplemente tu plan debe parecer exclusivo. Simplifica al máximo aquellas fortalezas que son características propias y que creas inimitables por otros. A medida que vamos cogiendo experiencia, nos damos cuenta que la vida no es un camino de rosas, en ocasiones perdemos tanta confianza que se nos hace muy duro empezar de nuevo cada día. En estos instantes debemos recordar que podemos volver a ilusionarnos, simplemente indagando en nuestro interior encontraremos algo para no dejar de ilusionarnos a diario.

El refranero español nos da otra solución: “Si no quieres decepciones, no te hagas ilusiones”. La ilusión nos estimula a seguir buscando nuevos caminos, aun sabiendo, que a veces, riñe con el resultado… Pero, ¿Qué sería una vida sin ilusiones? E ilusiones hay tantas como queramos pensar…

 

 

ILUSIÓN (JORGE BUCAY)

Había una vez un campesino gordo y feo
que se había enamorado (¿Cómo no?)
de una princesa hermosa y rubia…
Un día, la princesa – vaya usted a saber por qué –
dio un beso al feo y gordo campesino…
Y, mágicamente, éste se transformó
en un esbelto y apuesto príncipe.

Por lo menos, así lo veía ella…
Por lo menos, así se sentía él…