Se apagan las luces y empieza la presentación de los equipos. En algunas canchas los silbidos son estruendos y para algunos jugadores o entrenadores es ensordecedor lo mal que son recibidos en algunas canchas de juego. ¡Ni qué decir de los árbitros! Pues así es una parte de la rutina de muchos deportistas: Asociados a la presión desde muy jóvenes.

La vida, al igual que un partido de baloncesto, está llena de situaciones de alta presión. Lo que quiero explicarte hoy es que necesitamos enseñar a nuestro cerebro a funcionar mejor en escenarios que nos resultan adversos, principalmente en nuestro ámbito laboral.

Una cosa tenemos que tener muy clara: Vivir bajo presión no puede ser nunca sinónimo de estrés. Sin embargo, saber gestionar esta situación nos desarrollará mejor en creatividad, productividad y eficacia. Capacidades altamente valoradas por cualquier líder para completar su equipo de trabajo.

Por lo tanto, ¿Qué tiene el deporte que podamos copiar para una rutina profesional común? Realmente nada especial, podemos pensar que tratamos con jugadores con un talento especial. Es verdad, tienen condiciones físicas y están preparados, al igual que estamos preparados el resto de personas para afrontar nuestro día y convertirlo en el partido deseado.

 

Cuida tu mente y prepárala para cualquier situación 

Algunos estudios sitúan en doce años el tiempo que empleamos dedicados solamente a trabajar en nuestra vida. Lo más probable es que haya alguna situación en el trabajo que te ponga bajo presión. Podría ser dar una presentación a un cliente. Podría implicar una negociación delicada para una gran venta…etc.

Sea lo que sea, esta cosa hace que tu estómago se apriete, tus palmas suden y tu cerebro se sienta confuso. De repente no sientes que estás funcionando de la mejor manera. ¿Qué puede hacer para mejorar en el manejo de este tipo de situaciones de alta presión?

Utiliza las siguientes técnicas que te cuento a continuación:

 

  1. Reconoce tus sentimientos sin juzgar

Es importante nombrar tus emociones, especialmente las más confrontantes, como el miedo, la ansiedad o la ira.  Aunque suene contradictorio, nombrar tus sentimientos ayuda. Puede ayudar a reducir la confusión, para que puedas comenzar a procesar tus emociones y dar sentido a lo que está sucediendo.

Trata de no juzgar o invalidar tus sentimientos. Intenta estar abierto a todas tus emociones y acepta que así es como te sientes en este momento. La aceptación sin juzgar es la base del bienestar mental, especialmente en momentos de presión.

 

  1. Un poco de holgura

Vivir bajo presión es difícil, sí. Sé compasivo contigo mismo. Céntrate en lo que tienes que hacer, y baja tus expectativas sobre el resto. Ahora es el momento de ser fácil contigo mismo.

Observa tu diálogo interno. Fíjate si haces afirmaciones radicales como “No soy lo suficientemente bueno” o “No puedo hacer esto”. Aporta compasión y perspectiva a estos pensamientos. Recuérdate a ti mismo que estás tratando de trabajar o cuidar a los demás durante un momento difícil y que está haciendo lo mejor que puedes.

 

  1. Toma micro descansos

La presión y las largas horas tienden a ir de la mano. Ya sea que estés haciendo malabarismos con varias responsabilidades en el trabajo o con varias responsabilidades familiares desde el amanecer hasta el anochecer… ¡Es posible que desees que el día tenga más horas!

Aquí es donde los micro descansos de dos a cinco minutos pueden ser realmente poderosos. Si no tienes mucho tiempo, es esencial tomar breves descansos regulares a lo largo del día para respirar, escuchar música, tomarte un café, llamar a un amigo o cualquier otra cosa que mejore su estado de ánimo.

 

  1. Concéntrate en el siguiente mejor paso

Si sientes que tienes un millón de cosas en tu lista de tareas por hacer, todo puede empezar a parecerte igualmente importante. Aquí es bueno tomarse un minuto para priorizar y luego enfocarse en una tarea a la vez.

Ahora ya puedes ponerte manos a la obra y trabajar tu mente. No olvides que todo el poder lo tienes tú, para poder gestionar tus emociones y sensaciones en los momentos más estresantes.

Pero, también quiero compartir contigo la siguiente reflexión: Si trabajar bajo presión supone para ti un aumento del cansancio o del estrés con la aparición de diferentes síntomas, entonces se trata de una práctica muy poco saludable y sería un problema necesario de actuar.

 

 

EL ORIGEN DEL RUIDO (Fábula Zen)

Cuentan que hace mucho existió en un lugar de la extensa China un maestro zen muy valorado y querido por todos. El hombre era un sabio al que muchos pedían consejos. Su fama se extendió tanto que no tardaron en llegar discípulos de todos los rincones del país.

Al principio el sabio estaba encantado con poder ayudar a los jóvenes aprendices, así que su fama aumentó más y más, hasta tal punto, que él mismo tuvo que comenzar a escoger a los que serían sus discípulos, ya que no podía atender a todos.

Pero el tiempo pasó deprisa y el sabio envejeció. El maestro comenzó a cambiar de actitud y su trato se volvió duro y arisco.

Los jóvenes aprendices que acudían a él, abandonaban aquel lugar un tanto sorprendidos por el trato recibido por el maestro. Y la fama de dulce y maravilloso maestro zen se transformó entonces en una creciente fama de sabio arisco e intratable.

Los discípulos comenzaron a buscar otro maestro y poco a poco, el famoso sabio zen se quedó solo. Se dedicó entonces al cuidado de su jardín y a sus reflexiones en soledad.

Pero un día, un joven aprendiz, que había oído hablar tan bien hacía tiempo de este maestro, sorprendido por todo lo que se decía ahora de él, decidió ir él mismo y comprobarlo en persona. Y, a pesar de las advertencias de todos acerca de su mal carácter, el joven quiso conocer al anciano.

El chico llegó hasta la casa del maestro y llamó a su puerta. Nadie salió a abrirle. Pero vio que había una vela encendida, así que imaginó que el maestro estaba dentro. Volvió a llamar, y nada… Miró por una rendija y observó que el jardín estaba perfectamente cuidado:

– No puede estar enfermo- pensó.

Así que decidió esperar en la puerta a que le abrieran.

El pobre aprendiz pasó toda la noche a la intemperie. A la mañana siguiente, el anciano abrió la puerta y le dejó entrar a regañadientes.

El anciano dijo al joven que se sentara, y al hacerlo, le gritó:

– ¡Siéntate bien, con dignidad y no encorvado, estúpido!

El discípulo se sintió algo ofendido, pero le hizo caso y se sentó más erguido. Después, el anciano llegó con una tetera repleta de té recién hecho. ¡Olía fenomenal! Se sirvió la bebida en una taza, y al observar que el joven no paraba de mirar, le preguntó:

– ¿Quieres té?

El joven asintió, pero cuando el anciano sirvió el té en otra taza, se la tiró a la cara al joven discípulo. El chico no podía creer lo que estaba pasando, y dijo algo enfadado:

– ¿De verdad? ¿Es así como tratas a las visitas?

El anciano entonces cerró los ojos y empezó a meditar. Y el chico decidió hacer lo mismo. Pero entonces sintió una sonora bofetada y el joven abrió los ojos, aún dolorido:

– Y bien- dijo entonces el maestro zen- ¿De dónde crees que nació el ruido de esta bofetada? ¿De la mano o de la mejilla?

El chico se quedó pensando y contestó:

– De mi mente, maestro. El ruido ha nacido de mis pensamientos y emociones… Y partieron de mi mente.

El anciano sonrió y dijo:

– Por fin: Eras el discípulo que estaba esperando.

Desde entonces, el anciano trató muy bien al joven discípulo, y él aprendió tanto, que se convirtió en el maestro más venerado y sabio de todos.

Moraleja:

El ruido no es solo un sonido surgido por la bofetada, sino por los sentimientos que brotan de nuestro interior.