Una creencia es una idea o pensamiento que se asume como verdadero, las hay de tres tipos: positivas, neutras o negativas. Posiblemente las negativas son las que más nos influyen, por cultura, obedecemos más a lo negativo que a todo lo positivo que nos puede llegar.

Por otro lado, las creencias tienen un carácter universal, es decir, se han ido instaurando de generación en generación y cuesta mucho eliminarlas de cada civilización, puede ser que lo comúnmente correcto en algunos lugares no sea igual para otros.

Las rachas deportivas en el deporte vienen mucho por esta idea. Un equipo con confianza o históricamente bien valorado juega mucho mejor y no visualiza las derrotas… Sin embargo, he experimentado que cuando estas inmerso en una mala dinámica, con varios partidos perdidos seguidos, aparecen un exceso de pensamientos negativos que te envuelven a tomar nefastas decisiones y el miedo se apodera de cada componente guiando, de nuevo al equipo, a una nueva derrota.

Una misión del líder, por tanto, es entrenar al equipo desde las acciones positivas que existen dentro del mismo. De poco sirve castigar al grupo recordando maniobras, hechos o tareas que no han funcionado bien. La positividad engrandece, aumenta nuestra energía. Seguro que disponemos de ejemplos propios para demostrar la valía que ya poseemos. Por esta razón, una buena sugerencia, bien puede ser, escuchar más a nuestro equipo y a hablar claro de nuestras competencias, en definitiva, honestidad y lealtad por bandera.

Para entender mejor todo el tema de las creencias, basta con recurrir a todas esas frases, a priori, inofensivas que hemos ido escuchando desde los primeros años de vida:  No soy bueno para esto. No soy capaz, soy demasiado torpe para hacerlo. Es muy tímido… Pues todas estas expresiones, que quién más o quién menos, en ciertas ocasiones hemos tenido que oír, nos han limitado en nuestra forma de ser y de hacer las cosas.

También hay creencias culturalmente o socialmente adquiridas. Como cualquier idea, algunas creencias se instalan en la vida del ser humano convirtiéndose en realidades absolutas y como ejemplo nos puede servir la expresión “¡La vida es dura!”, pues no lo voy a negar, pero también no es menos cierto, que de vez en cuando, podamos desactivar de nuestra rutina la presión de estar siempre en alerta, activos y preparados para el sufrimiento. Ocasionalmente, es brillante por nuestra parte disfrutar del momento más inmediato, de detenernos para contemplar aquello que, sin saber muy bien por qué, no hemos sabido apreciar, aún estando en nuestro entorno más cercano.

Recuerdo un monólogo de Dani Rovira que precisamente habla de saborear algo más la vida:

“A ver qué es lo que está frenando a la perra… Y cuando miro veo que todo su afán era pararse un momentito porque ella lo que quería era oler una flor. Me quedé mirando esa imagen y creo que ahí lo entendí todo. Ahí fue cuando dije, espera, espera. Igual la vida es eso. Igual la vida consiste en, de vez en cuando, pararte un ratito a oler una flor. Cogí el móvil, anulé las dos reuniones que tenía esa tarde, pospuse la del día siguiente. Apagué el móvil, lo metí en el bolsillo, solté a la perrita en el parque y le dije: ‘Cara papa, esta tarde para ti y para mí. Esta tarde para nosotros’. Sí señor”.

Me gustaría mencionar la importancia que ha tenido el coaching en mi vida para desterrar pensamientos complejos que me limitaban para desarrollarme mejor. He entendido que no puedo estar dominado por las opiniones externas, catalogándome como persona y condicionando, así, mis propias decisiones. No es tarea sencilla. Uno de los primeros pasos es ser valiente empezando por uno mismo y poner nombres propios a aquellas creencias que forman parte de uno mismo. Saber el origen y reconocer a la persona que originó la creencia dentro de ti.

Hay creencias que distorsionan tanto nuestra realidad que influyen en la forma de ser de cada uno. Nos hace vivir incómodos, por lo cual, llegamos a un concepto clave: Superar esos ideales que conviven en nuestra mente. Para ello, la cita de Marco Aurelio “la muerte es una parte fundamental de la vida” nos adentra en el memento mori (recuerda que morirás) que nos sirve para comprender la importancia de vivir cada día. Este dictamen es de origen latino y nos viene a recordar que nuestra existencia es pasajera, agradece que sigues vivo.

Hay dos ejemplos de memento mori que nos sirven para entender el por qué es importante eliminar creencias de nuestro raciocinio y aprovechar mucho más la vida:

  1. En la Antigua Roma, cuando un general desfilaba victorioso por las calles, tras él un siervo se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, con el fin de impedir caer en la soberbia y recordarle que todos somos iguales… Con el mismo final, la muerte.
  2. Los antiguos egipcios solían incluir en sus banquetes un cadáver momificado con un gravado que decía: “Comed, bebed y disfrutad porque pronto seréis como él”.

Una vez más, la historia nos enseña artimañas para interpretar mejor el significado de la vida y, sin embargo, tal y como declara el refranero español: El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

 

MEDITACIONES – Libro IV (MARCO AURELIO)

«Sé igual al promontorio donde sin cesar se quiebran las olas. Él permanece inconmovible, y a su alrededor se adormece la furia burbujeante del agua. ‘Desgraciado de mí, porque me ha pasado esto’. Nada de eso: ‘Afortunado de mí, porque a pesar de pasarme esto, continúo sin pesar, ni quebrantado por el presente ni atemorizado por el porvenir’. Porque esto igual podía pasarle a cualquiera, pero no todos seguirían adelante después de esto sin pesadumbre».