Resulta que la acción de rebote ofensivo es muy codiciada en el baloncesto, esto significa que al capturar este tipo de rechace nuestro equipo tiene una nueva oportunidad de atacar y de meter canasta, de sumar, en definitiva. Está claro que esto supone una importancia especial en los entrenamientos de baloncesto, pues el tener una posesión más es tener más oportunidades para anotar y así poder ganar el partido.

Para el buen jugador de baloncesto la expresión “tirar la toalla” no está en su lista de prioridades, la lucha y el trabajo diario predomina en su forma de vivir, es por eso, que las buenas estadísticas en muchos jugadores, es gracias a su capacidad de esmerarse en cada entrenamiento y en cada partido… Conceptos básico para el tema que vamos a tratar a continuación.

Hay varios conceptos que ayudan a un jugador a ser mejor para la captura de rebotes, en mi lista de “tips” están el esfuerzo, la agresividad, el posicionamiento, la anticipación y la observación. Os explico a continuación de que se trata y lo más importante, cómo pretendo hacer su transferencia para la vida, para que cada día se convierta de verdad en una nueva oportunidad, porque de momento nadie nos ha asegurado que tenemos más de una vida y el disfrute de cada minuto se antoja cada día más importante.

ESFUERZO

Para destacar en la lista de rebotes ofensivos un jugador no puede entender lograrlos sin esforzarse. Aquí se me ocurre que nos puede ayudar, y mucho, tener mini-ojetivos a diario que sean sencillos de conseguir, algo que no nos frustre. Nadie mejor que nosotros mismos para conocer nuestras fortalezas para potenciarlas en forma de objetivos y agradecérnoslas después de cada logro. El esfuerzo en la vida puede ser un gran motor de empuje, me gusta la idea de escribir o de recordar cada día nuestras acciones más positivas, esto nos empodera y nos ayudará a crecer como personas.

Si nos ponemos muy exigentes con nuestras metas, no nos estamos dando segundas oportunidades, las exigencias realistas son las que nos llevarán por buen camino.

 

AGRESIVIDAD

En los jugadores me gusta ver agresividad… No la malinterpretemos, la agresividad para defender nuestro territorio y hacer valer nuestros derechos. No estoy hablando de violencia, ¡Cuidado! Esto último, sí que sería condenable. Y, es que, evolutivamente la agresividad se muestra como una necesidad para alimentarse, para sobrevivir, de salir de una zona de confort… En definitiva, para “enfrentarnos a la vida”.

Hay muchas personas que viven del pasado, la vida se mueve… El miedo a salir de nuestra zona de confort es muy frecuente y por ello preferimos vivir de recuerdos y permanecemos inmóviles viendo pasar la vida y las oportunidades.

 

POSICIONAMIENTO

Es digno de ver como un buen jugador en la captura de rebotes ofensivos se preocupa por estar siempre bien colocado para luchar por ello. Decía Cervantes que “estar preparado es media victoria” y cuánta de razón hay en esta frase para nuestro día a día. Lo fácil es dejarnos de llevar y esto supone que a veces no estamos bien posicionados para hacer bien las cosas. La preocupación por estar en alerta puede ayudar a que cuando realizamos las tareas no suframos alteraciones que van a resentir nuestra salud mental.

Nuestra autoestima nos puede elevar, pero cae a niveles paupérrimos, si ve que no tiramos hacia adelante y ante situaciones comunes están las oportunidades, lo único es que muchas veces no estamos preparados.

 

ANTICIPACIÓN

El sentido de la intuición es clave para coger un rebote ofensivo. Lo relaciono mucho con la motivación…. Cuánto más motivado estoy mejor me salen las cosas. En definitiva, recompensas gratis no suelen aparecer sin más. Hay un dicho que afirma que “el ser humano es el único ser que tropieza dos veces en la misma piedra”. Aprender de los errores es anticiparnos a parecidas acciones en momentos futuros. En el baloncesto el buen capturador de rebotes ofensivos y con ello poder dotar a su equipo de una nueva oportunidad de atacar, es aquel que intenta intuir cada vez dónde va a ir el balón después de un tiro y esto, lo ha aprendido por la experiencia, a base de interpretar por dónde puede salir rechazado el balón una vez de toca el aro.

Las personas exitosas se miden no por sus caídas, sino por la capacidad que tienen de levantarse una y otra vez. Necesitamos estar en calma para anticiparnos y no caer en la desidia, pues nos va cerrar el camino a nuevos retos… Nuevas oportunidades.

 

OBSERVACIÓN

La importancia de verse en el video para un equipo de baloncesto es de suma importancia para verse reflejado y, de esta forma, las acciones que se vean sirvan como ejemplo para mejorar o potenciarlas aún más. Una imagen vale más que mil palabras. Trabajar la observación es abrirse a un mundo mejor, donde menos lo esperamos podemos encontrar algo que nos cambie totalmente nuestra vida. La observación es mantenernos abiertos a nuevas oportunidades, siguiendo con un refrán, podemos afirmar que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

 

EL PORTERO DEL PROSTÍBULO (JORGE BUCAY)

Había un hombre que trabajaba de portero de un prostíbulo. En esa época era el trabajo peor pagado de todo el pueblo. Este hombre trabajaba día y noche largas horas para poder alimentarse. Estuvo casi 20 años en ese mismo lugar, hasta que un día cambiaron de jefe. El nuevo dueño, que poseía nuevas ambiciones, le propuso al portero que anotara en un papel cada día el número de personas que entraban, la edad de cada uno, y las posibles quejas o sugerencias que tuvieran, siempre con el fin de mejorar. El portero, al recibir esta nueva tarea, le respondió:

– Señor, yo estaría encantado de poder hacerlo, pero yo soy analfabeto y no sé leer ni escribir.

A lo que el responsable del negocio, le respondió sin miramientos:

– Lo siento mucho, pero estás despedido. No nos podemos permitir tener a alguien que no sepa leer ni escribir, requerimos de mejoras y, como comprenderás, esto no lo podemos permitir. Lo sentimos mucho, que tengas suerte. – Y así, sin más, lo despidieron.

Este buen hombre, tantos años trabajando, haciendo siempre lo mismo y para la misma empresa, se paró a pensar, y se le vino el mundo encima. Totalmente hundido se dijo a sí mismo:

– ¿Dónde voy ahora yo sin saber leer ni escribir y haciendo siempre lo mismo?

Al poco tiempo, cierto día recordó que cuando estaba en el prostíbulo, de vez en cuando arreglaba alguna cama que se había roto, alguna puerta que estaba descolgada y que se iba apañando medianamente, aunque no fuera su trabajo principal. Pensó que quizá podría dedicarse transitoriamente a esto, arreglar cosas a la gente del pueblo, hasta que encontrara un trabajo. Siguió dándole vueltas a sus posibilidades y vio que necesitaba hacer algunas compras porque no disponía de todas las herramientas.

Continuó pensando y planificando, y se acordó que en el pueblo no había ferretería, con lo que tenía que andar largos kilómetros hasta llegar a la ferretería más cercana, situada en el vecino pueblo, que era algo más grande y disponía de más comercios. Se dirigió camino arriba hacia la ferretería y, una vez allí, explicó su situación al dependiente, el cual tomó buena nota de los planes del antiguo portero.

Poco a poco, al igual que en la ferretería, la gente del pueblo se iba enterando de que este señor iba andando a la ferretería de la localidad vecina. Se daba el caso de que muchos de los vecinos no tenían tiempo para ir al pueblo de al lado, donde había más comercios y negocios, a otros se les hacía pesado o no siempre tenían ganas. Y entonces algunos vecinos y conocidos le empezaron a proponer algún encargo para comprar alguna herramienta o incluso otros artículos en otros establecimientos. A cambio ellos le pagarían una propina por cada viaje que él hiciera.

Algunos meses después, el antiguo portero ya no sólo arreglaba aquello que los vecinos le pedían, sino que también recogía herramientas y otros artículos por encargo, ganando bastante dinero extra gracias a estos largos paseos. El boca a boca hizo que este hombre al cabo de unos cinco años creara la primera ferretería en su pueblo. Después de todo su trabajo y esfuerzo, se especializó en las reparaciones y el mantenimiento y su negocio empezó a prosperar a una velocidad de vértigo. Años más tarde su negocio se convirtió en el más importante del pequeño pueblo, atrayendo incluso a personas de otros pueblos cercanos.

El antiguo portero había pasado ya a ser conocido y llamado como el ferretero del pueblo. El hombre había incluso creado empleo y disponía de un empleado hacía algún tiempo, lo que le permitía moverse con libertad y acudir también a las casas de los vecinos a hacerles reparaciones. Ya no debía pasar todo el día en el taller y disponía de más tiempo.

Fue entonces, un día cualquiera, cuando el ferretero decidió donar parte del dinero que había acumulado para que se construyera una escuela infantil en su pueblo. Un acto de enorme generosidad, ante el cual el alcalde acudió a visitarle para agradecerle enormemente lo que había hecho, en nombre de todo el pueblo. Construida la escuela, el alcalde programó un sencillo acto donde propuso al noble ferretero que firmara en el libro de honores, el cual se exhibiría en una vitrina en la escuela como reconocimiento de su labor, para que además de dar constancia de lo que había hecho, pudiera dejar su huella con unas palabras, que todos pudieran leer por siempre.

El hombre, se quedó parado, pensando por un momento, y le dijo:

– Agradezco enormemente que quiera que escriba unas palabras, pero yo no sé escribir… ¡soy analfabeto!

El alcalde, perplejo, le respondió con incredulidad:

– No me puedo creer lo que está diciendo. ¡Me pregunto qué sería usted si hubiera sabido leer y escribir con lo que ha liado en el pueblo con sus acciones!

El hombre, sin dudarlo por un momento, humildemente le respondió:

-Eso sí se lo puedo decir yo. Si hubiera sabido leer y escribir, sería portero de un prostíbulo.