Mejorar es está convirtiendo en una palabra demasiado gratuita para el desarrollo profesional. Es posible que muchos pensamos y nos vemos preparados para tener el avance laboral deseado. Sin embargo, si analizamos cada final de nuestros días, quizás, nos llevemos una sorpresa: malgastar minutos y segundos de nuestro “sufrido” recorrido.
¡Qué fácil es decir!
Conectar con nuestros principios es un trabajo que requiere mucho esfuerzo… Y eso, que hablamos de nuestros principios. Por lo tanto: ¿Qué será de todo lo demás?
Sin pretender ser pesimista en la exposición, considero lo complicado que es ser fiel a una idea, lo débil que podemos llegar a ser por unos instantes de desconexión, de dejarnos llevar por la frenética sociedad en la que vivimos. Sin embargo, el éxito recae en aquellos que consiguen minimizar al máximo los momentos de separación con sus valores.
¡Qué difícil es hacer!
Trabajar para cumplir es la moda del asalariado actual. Hay cierto miedo a que si mantenemos el rigor que cada puesto laboral precisa, podamos dejar de lado aspectos de nuestra vida como es el ocio y la familia.
¡Vaya lío! Resulta que realizar bien un trabajo: ¿No es sinónimo de felicidad?
Sin tener en cuenta lo anterior, muchas organizaciones presumen de poseer estrictas normas hacía los peldaños más bajos de producción, sin apenas darse cuenta que el reflejo siempre viene de los niveles más altos de la misma. El control sin un severo régimen de planificación tiene una fecha de caducidad.
Podemos decir que la precariedad del orden en la empresa viene acompañada de trabajadores resentidos. Sin destellos que nos iluminen desde un liderazgo sano, construimos un mundo laboral boscoso, creando como medio de vida la ocultación y el miedo.
Prácticamente todo está inventado, la creación de nuevas rutas, surgirán si somos capaces de compartir, curiosamente lo contrario a esta corriente de camuflaje de conocimientos expuesta anteriormente.
Rodeados socialmente de un ambiente de competencia continua, considero vital para el desarrollo individual y colectivo dar conocimientos. Necesitaremos ser uno mismo, sin caretas que disimulen nuestro yo real. Requeriremos de altos cargos capaces de soltar cuerda a colaboradores brillantes por su labor diaria.
Resulta difícil de entender que el bienestar general es consecuencia de una unión mundial, y así, podemos ir bajando categorías: Para tener una ciudad mejor, compartir; para tener una vida familiar mejor, compartir; para tener unas amistades mejores, compartir; para tener una vida laboral plena, compartir…
En el baloncesto hay una frase hecha que dice: Una canasta hace feliz a una persona, una asistencia a dos. El protagonista de anotar una canasta estará contento por sumar nuevos puntos para el equipo, sin embargo, el que da el pase previo para que un compañero anote, también estará alegre. La moraleja de esta frase es la importancia del trabajo en equipo. Puedes anotar puntos de forma individual o puedes sumar jugando en equipo: Compartiendo el balón.
A continuación te presento una adaptación de un relato de James Berder. Nos ayudará a entender mejor el razonamiento expuesto en las líneas anteriores, así que lo comparto con vosotros para que reflexionemos en cómo podemos, cada uno de nosotros, progresar en este viaje de la vida, con tantas similitudes y coincidencias entre unos y otros.
EL AGRICULTOR DE MAÍZ
Se cuenta que existió un agricultor que cultivaba maíz y que año tras año ganaba el concurso de su región al mejor producto. Ese premio levantó gran curiosidad y fueron muchos los que quisieron saber el secreto detrás de esas excelentes cosechas.
Un día, en una entrevista con un famoso periodista, el agricultor confesó que su éxito se debía a que compartía con los vecinos sus mejores semillas y también sus continuos aprendizajes sobre el cultivo del maíz.
Pero esa respuesta dejó lleno de perplejidad al periodista quién preguntó:
– ¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz y sus conocimientos con sus vecinos, si ellos también compiten en el mismo concurso año tras año?
– Verá usted, dijo el agricultor: El viento lleva el polen del maíz maduro, de un sembrado a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz, necesito ayudar a que mi vecino también lo haga. Por eso, comparto mis mejores semillas, intento atender mi sembrado lo mejor que sé y trato de aprender cada día, de mis experiencias y de las de otros agricultores, nuevas y mejores formas de cultivar y cosechar.
En clave subjetiva:
¿Qué es para ti compartir?
¿Qué sientes cuando compartes?
¿Qué te llama más la atención de lo expuesto en este artículo?
¿Qué significado tiene la lectura que acabas de hacer?
¿Qué has aprendido con esta lectura?
¿Cómo te puede ayudar lo aprendido?
¿Qué vas a cambiar a partir de ahora?
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