En el escenario de la vida, se entrelazan encuentros que revelan verdades profundas sobre la naturaleza humana y sus luchas internas. Jugamos cada día partidos de mucho nivel para nuestros aprendizajes, no hay dudas. Hace unos días escuché una de esas historias que inspiran y nos hacen pensar. Una fábula potente que refleja el eterno conflicto entre la envidia y la autenticidad. Estamos ante dos conceptos altamente poderosos que influyen en la calidad de nuestras relaciones interpersonales, nuestro bienestar emocional y nuestra capacidad para vivir una vida satisfactoria y significativa.
Cuenta la leyenda, que una vez, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga; ésta huía rápido de la feroz depredadora, pero la serpiente no pensaba desistir.
Huyó un día y ella no desistía, dos días y nada.
Al tercer día, la Luciérnaga paró y fingiéndose exhausta, dijo a la serpiente:
– Espera, me rindo, pero antes de atraparme permíteme hacerte unas preguntas.
– No acostumbro a responder preguntas de nadie, pero como te pienso devorar, puedes preguntarme.
– ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
– No.
– ¿Te hice algún mal?
– No.
– Entonces, ¿Porque quieres acabar conmigo?
– Porque no soporto verte brillar.
Pues esta fábula de la serpiente y la luciérnaga nos ofrece una lección valiosa sobre la naturaleza de la envidia y la importancia de reconocer y cultivar nuestra propia esencia interior. La serpiente, bien puede simbolizar la envidia y la negatividad. Esta serpiente persigue a la luciérnaga no por necesidad o justicia, sino porque no puede soportar el brillo y la belleza del pequeño insecto.
Esta persecución tan irracional refleja cómo, en la vida, algunas personas se sienten amenazadas por el éxito y la felicidad de los demás y en lugar de trabajar en su propio crecimiento, intentan apagar la luz de los que sobresalen.
La luciérnaga, a pesar de estar bajo un ataque permanente, mantiene la calma y busca entender la motivación detrás de la persecución.
El mensaje final que podemos extraer de la luciérnaga a la serpiente es bastante profundo: en lugar de intentar apagar la luz de los demás, deberíamos enfocarnos en encontrar y desarrollar nuestra propia luz. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de brillar de una manera única y hermosa. Al hacerlo, no solo encontramos nuestra propia satisfacción y éxito personal, sino que también inspiramos a los demás a hacer lo mismo, como pueden ser nuestros propios hijos e hijas, alumnos, colaboradores… O jugadores en el mundo del deporte.
La lección, por tanto, aquí es doble:
- La envidia es un sentimiento destructivo que no solo causa daño a otros, sino que también impide que la persona envidiosa crezca y encuentre su propio camino hacia el éxito.
- La verdadera fortaleza y autenticidad se encuentran en no dejarse intimidar por la negatividad ajena, sino en seguir siendo uno mismo y continuar brillando.
En resumidas cuentas, esta fábula nos recuerda que debemos apreciar y celebrar mucho más las cualidades únicas de los demás en lugar de sentirnos amenazados por ellas, nos hará mejores personas, sin ninguna duda. Al mismo tiempo, debemos centrarnos en nuestro propio crecimiento y en cómo podemos contribuir positivamente al mundo, creando un ciclo de admiración y motivación mutua que debería beneficiar a todos.
El poder de afrontar la vida con los valores del trabajo en equipo…
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