Entre los anhelos más frecuentes de la humanidad podemos encontrar el empleo, el salario, la vivienda, la salud, la pareja y el tiempo.

Posiblemente estas ambiciones son las que conecten con nuestra felicidad… o al menos así lo creemos. Deseamos un empleo soñado, con un salario excelente, para poder vivir en una casa de cuento junto a nuestra princesa o príncipe con quien poder pasar momentos divertidos.

Lamentablemente desear no va ligado al verbo querer; y éste, tampoco al de poder.

Confundimos, a menudo, la felicidad con tener suerte y dejamos en el limbo la actitud de prepararse, de formarse, de dedicar tiempo a mejorar.

Tal vez, cuando estamos a punto de querer, pues pueden aparecer los miedos y otra vez volvemos a pararnos… y a pensar en la suerte.

Hay tantas cosas que se nos escapan, tantas que dejamos en mano de la suerte… y ¿si pensamos que la suerte hay que conquistarla?

Sí, hablo de vencer a la suerte, pero, cuidado, desde una realidad muy personal e individual, nada de generalizar. Lo que vale para unos, puede no servir a otros.

Podemos tener de manera aleatoria un día con suerte, pero es eso, un día, un momento… y después ¿qué? Porque la vida sigue y debemos estar preparados para un revés, para sortear una crisis. La suerte existe, pero la actitud positiva hacia la acción ¡también!

Propongo cambiar nuestra forma de comunicar, manejar más el quiero y el para entre nuestras palabras. Por ejemplo: “quiero hacer la cama para que a la noche cuando esté agotado pueda entrar en ella de una forma placentera”. Es más motivadora esta frase que “tengo que hacer la cama porque es mi obligación”. Seguro que mi día con la primera frase empieza con más suerte.

Propongo, también, analizar tu talento (todos tenemos uno) y desarrollarlo muy poco a poco, disfrutando del trayecto, saboreando tus logros e impulsándote hacía otros. Con planificación podemos llegar a ser muy productivos sin abandonar ninguna tarea, recuerda que la felicidad tiene una relación muy estrecha con el esfuerzo. Si quieres tocar la guitarra, ¡aprende!; pero esto no significa que te vas a ir de gira por Europa llenando estadios para que te vean.

Hay muchos que piensan que la felicidad no existe, otros que es momentánea y otros que es un proceso hasta llegar a su plenitud. Yo creo que la felicidad la tenemos dentro, encarcelada por miedos, dormida por nuestras flaquezas.

Recapitulemos a nuestros primeros años de vida. Éramos seres incansables, tozudos por hacer cosas, con pocas ganas de rendirse buscando un ansiado logro. Conseguido ese tesoro, sonreíamos y seguramente nos sonreían también y eso era felicidad.

 

LA CARRETA VACÍA (Autor desconocido)

Un día de primavera un padre iba dando un paseo con su hijo por el campo. De pronto se detuvo y le preguntó a su hijo

-Además del cantar de los pájaros, ¿Oyes algo más?

El niño muy atento y después de unos segundos respondió:

– Sólo escucho el ruido de una carreta.

El padre preguntó ¿ va cargada o vacía?

No lo sé no la veo, respondió el niño

El padre le dijo: va vacía

Con asombro el niño preguntó: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si no la vemos?

Es muy fácil, respondió. Sé que está vacía por el ruido. Cuanto más vacía está la carreta, más ruido hace.

Cada vez que escuches a una persona hablando demasiado, presumiendo de lo que tiene o de lo que sabe y hace, prepotente, piensa que está vacío.