El grito puede parecerte una respuesta natural en situaciones tensas, pero quizá no seas consciente de que sus efectos en nuestro bienestar personal y en nuestras relaciones pueden ser más negativos de lo que pensamos. 

Uno de los aspectos claves para todos y cada uno de nosotros es aprender a comunicarnos de manera efectiva, sin dañar a los demás ni a nosotros mismos. Y no, en esta efectividad, los gritos no entran. 

Por eso en este artículo quiero invitarte a reflexionar sobre el impacto de los gritos en nuestro entorno y cómo podemos mejorar nuestra comunicación para seguir progresando, tanto en la cancha como en la vida.

 

¿Los gritos forman parte de tu vida?

Como te decía al comienzo, el grito puede parecernos algo natural e incluso una solución inmediata para liberar tensiones. El problema es que después de esa inmediatez, los gritos aumentan los niveles de estrés y afectan a la capacidad de resolver conflictos de manera pacífica.

Si algo me ha enseñado el baloncesto es que la comunicación efectiva es la clave para un equipo exitoso. De la misma forma, en nuestras relaciones personales, gritar solo crea distancias y deteriora la confianza. 

Si en el juego buscamos estrategias para ser mejores, en la vida también necesitamos encontrar formas más constructivas de expresarnos, evitando el daño emocional que puede causar un mal manejo de las tensiones.

Una lección que aprendí del baloncesto es que las relaciones, dentro y fuera de la cancha, se construyen con confianza y respeto. Cuando levantamos la voz, no solo elevamos la tensión en los demás, sino que también rompemos esos pilares fundamentales. 

En un partido, un grito puede llevar a que los jugadores pierdan la concentración… Y en la vida, lo mismo ocurre en nuestras relaciones personales. Gritar puede lastimar a las personas que más queremos, causando heridas que pueden tardar en sanar. 

Cito un párrafo que leí hace algún un tiempo de Izaskun Valencia, psicopedagoga especialista en educación emocional y que creo que puede ayudarte a entender mejor lo que pretendo explicar:

“Papa, quizás tú no te des cuenta, pero cuando me gritas, se me mueven tanto los cimientos por dentro que siento que algo se rompe dentro de mí. El dolor de tripa y las ganas de vomitar que me entran son tan grandes que no soy capaz de mantenerme de pie, pero el miedo me paraliza y no me atrevo a moverme. Empiezo a temblar y a sudar, pero tú estás tan ocupado riñéndome que quizás no te das cuenta del daño que me haces, pero me caigo por dentro porque para mi, eres lo más importante, aunque ahora no te lo parezca. Cada palabra tuya me importa…”

 

Aprendiendo a no gritar: consejos para el cambio 

En mi camino como entrenador, estoy aprendiendo que el crecimiento personal viene de la reflexión y de estar dispuesto a cambiar.Como siempre suelo decir: la vida se mueve… 

Si sientes que el grito es una respuesta habitual en tu vida, es importante que tomes medidas para modificar esa conducta, tanto para tu bienestar como para el de quienes te rodean. Algunos consejos útiles para comenzar este proceso son:

  • Autocontrol: al igual que en un partido apretado, aprende a controlar tus impulsos. Antes de gritar, respira hondo y piensa en las posibles consecuencias.
  • Revisión personal: reflexiona sobre las situaciones que te hacen gritar. ¿Qué emociones subyacen? ¿Cómo puedes abordarlas de manera diferente?
  • Practica la paciencia: sabemos que los mejores resultados vienen con el tiempo. En lugar de buscar soluciones inmediatas a través de gritos, intenta ser paciente y abordar los problemas de manera más pausada y reflexiva.

Si bien a veces nos sentimos abrumados, y es algo absolutamente normal y humano, siempre existen alternativas saludables para expresarnos y resolver conflictos. Al trabajar en nuestra comunicación, no solo mejoramos nuestro entorno, sino que también creamos un espacio más positivo para crecer y alcanzar nuestras metas. 

Elige comunicarte de manera efectiva, sin gritos, y verás cómo todo cambia a tu alrededor.