En un mundo cada vez más conectado, donde las opiniones y actitudes parecen radicalizarse día a día, surge un concepto que está generando debate: el buenismo. Este término, utilizado últimamente, a menudo de manera despectiva, hace referencia a una actitud o postura que, bajo el pretexto de la bondad, puede derivar en ingenuidad, condescendencia, e incluso, en una peligrosa falta de acción real.

Nada ni nadie parece escaparse del buenismo. Esta reflexión surge después de un partido. La victoria o la derrota son protagonistas esenciales en el deporte, pero no tiene por qué ser un resultado único. Y así, me lo hacía ver un amigo tras este encuentro. El deporte profesional es rendimiento puro y duro, sin embargo, los múltiples factores que influyen en el desenlace son tantos, que sumergirse en lo estrictamente deportivo no es suficiente.

Mi amigo, me advertía que la vida es saber frenar. Muchas de las cosas materiales que queremos no son necesarias. Naufragamos en ofrecer miles de facilidades a nuestros hijos, alumnos, jugadores, colaboradores… Pero muy poco indagamos en la esencia del ser.

 

¿Qué es el buenismo?

El buenismo se describe como una tendencia a evitar la confrontación y el conflicto, apostando por una actitud positiva y de aceptación incondicional hacia todos. A primera vista, parece un enfoque loable; después de todo, la bondad y la comprensión son virtudes deseables. Sin embargo, el problema surge cuando este deseo de ser siempre bueno y de evitar el malestar a toda costa se convierte en una barrera para enfrentar problemas complejos o para tomar decisiones difíciles pero necesarias.

Esta actitud, aunque bien intencionada, puede llevar a la minimización de problemas serios o a la incapacidad de abordar las raíces de ciertos conflictos. El buenismo, en su forma más extrema, puede ser visto como una negación de la realidad, un intento de tapar el sol con un dedo, creyendo que con solo buenas intenciones se pueden solucionar problemas estructurales o sociales profundamente arraigados.

 

Los peligros del buenismo

Uno de los principales peligros del buenismo es la creación de un ambiente de complacencia. En lugar de enfrentarse a problemas difíciles, las personas o instituciones que adoptan una postura buenista pueden caer en el riesgo de hacer concesiones o de buscar soluciones superficiales que no abordan los verdaderos desafíos. Esto puede generar una falsa sensación de progreso o bienestar, mientras que, en el fondo, los problemas siguen latentes y sin resolver.

Además, el buenismo puede ser utilizado como una herramienta para evitar la crítica o el escrutinio. Al presentarse como “buenos” o “moralmente superiores”, algunos individuos o grupos pueden esquivar la responsabilidad de sus acciones o la necesidad de un cambio real.

Este uso del buenismo como un escudo moral impide el crecimiento y el aprendizaje, ya que se evita la confrontación de ideas y la corrección de errores.

Esta actitud puede llevar a la negación de problemas importantes, y a una peligrosa complacencia. Para enfrentar los desafíos del mundo moderno, es crucial ir más allá del buenismo y adoptar una bondad real que esté dispuesta a actuar con firmeza y realismo… Sin olvidar valores tan humanos y grandiosos como la empatía y la compasión.

 

Buenismo vs. bondad real

Por último, me gustaría explicar qué diferencia el buenismo de la bondad auténtica. La bondad verdadera implica actuar con compasión y empatía, por un lado, y con responsabilidad y realismo por otro. No se trata solo de tener buenas intenciones, sino de estar dispuesto a tomar decisiones difíciles y a enfrentarse a la realidad, incluso cuando eso implique incomodidad o conflicto.

La bondad real requiere un equilibrio entre la comprensión y la acción, entre la empatía y la firmeza. Implica reconocer las complejidades de los problemas y estar dispuesto a hacer lo necesario para abordarlos, incluso si eso significa desafiar a otros o enfrentarse a verdades incómodas. Gran vía para aprender y sentirse bien en la vida.