Tomar decisiones sin precipitarse, pero tampoco quedándose paralizado, es uno de los mayores retos que enfrentamos. Completando un poco más el tema de la semana pasada, vamos a profundizar de lleno en el mundo de las decisiones…

 

¿A quién no le ha pasado? Decidir sin pensar lo suficiente, y equivocarse hasta el fondo. O al contrario, tratar de mantener la calma y analizar bien la situación, y perder oportunidades de oro. 

 

Encontrar el equilibrio entre ser decidido y mantener la calma no solo te ayudará a tomar mejores decisiones, sino que también hará que quienes te rodean confíen más en ti. Este balance te permite avanzar con seguridad, incluso en los momentos más complicados, y puede marcar una diferencia importante en tu trabajo y en tu vida personal. En el deporte los entrenadores estamos continuamente tomando decisiones y si en alguna dudamos, el equipo contrario nos superará sin compasión.

 

Este equilibrio no es algo que se logre de un día para otro, pero practicarlo puede ser un buen propósito, no solo para este año, sino para cualquier momento. Veamos cómo puedes encontrar este balance.

El desafío de encontrar el equilibrio

 

El problema que hoy traemos sobre la mesa está básicamente en los dos extremos: actuar demasiado rápido o no actuar en absoluto. 

 

Por un lado, la impulsividad puede llevarnos a tomar decisiones sin reflexionar, lo que genera errores y conflictos innecesarios. En el trabajo, esto se traduce en proyectos mal gestionados o compromisos asumidos sin evaluar bien las consecuencias. En la vida personal, puede significar decir “sí” a cosas que luego no podemos manejar.

 

Por otro lado, si intentamos mantener tanta calma que nunca tomamos acción, caemos en lo que llaman “parálisis por análisis”. Pensamos tanto en los posibles escenarios que nunca terminamos decidiendo nada. Esto puede dejarnos con una sensación de estancamiento y la frustración de haber perdido oportunidades importantes.

 

Pero, ¿es posible combinar estas dos cualidades sin que choquen? La respuesta es sí. Ser decidido no significa actuar sin pensar, y ser tranquilo no significa quedarse inmóvil. El truco está en saber cuándo avanzar y cuándo pausar para reflexionar.

 

Decisión y calma: un equilibrio poderoso

 

La determinación y la tranquilidad no son opuestos, sino cualidades que se complementan. 

 

Ser decidido implica actuar con firmeza, mientras que la calma te asegura que tus acciones no estén impulsadas por el miedo o la presión del momento. Este equilibrio te ayuda a tomar decisiones con confianza, incluso en situaciones complicadas.

 

Piensa en el deporte. Un jugador que actúa con decisión pero pierde la calma puede cometer errores graves en momentos clave, como perder un tiro importante porque dejó que la presión lo afectara. Por otro lado, un deportista tranquilo pero indeciso puede dejar pasar una oportunidad única para anotar o marcar la diferencia. Ambas situaciones son perjudiciales, pero cuando combinamos decisión y serenidad, logramos el mejor rendimiento: jugamos con cabeza y corazón.

 

En cualquier ámbito de la vida, este equilibrio genera confianza, no solo en ti mismo, sino también en los demás. Las personas que logran ser decididas y tranquilas inspiran a sus equipos porque transmiten la sensación de que, pase lo que pase, hay un plan y una dirección clara para seguir adelante.

Cómo encontrar el equilibrio

 

El primer paso para equilibrar decisión y calma es trabajar en tus prioridades. Cuando tienes claro qué es importante y qué no lo es, tomar decisiones se vuelve mucho más fácil. 

 

Pregúntate: “¿Esto realmente importa?” o “¿Esta decisión me acerca a mis objetivos?”. Tener respuestas claras te da confianza para actuar sin dudar demasiado.

 

A la vez, necesitas aprender a mantener la calma en momentos de presión. Practicar la respiración consciente, tomar pausas cortas antes de decidir algo importante o simplemente preguntarte “¿qué es lo peor que puede pasar?” puede ayudarte a reducir el estrés y pensar con más claridad.

 

Por último, no tengas miedo de cometer errores. Tomar acción siempre es mejor que quedarte inmóvil, incluso si no tienes todas las respuestas. Cada decisión, incluso las equivocadas, te enseña algo valioso y te prepara para enfrentar retos futuros con más sabiduría.

 

Ser decidido y tranquilo es una habilidad que se fortalece con la práctica. Poco a poco, te darás cuenta de que puedes avanzar con confianza y serenidad, sin dejarte arrastrar por la presión o la incertidumbre. ¿Por qué no empezar hoy?